Y cuentan que cuando todo pasó, solo se oían las cotorras y una intensa columna de humo se elevaba como mensaje póstumo.
Comenzaron a bajar lentamente del médano los sobrevivientes, a revolver entre los despojos que dejó la muerte buscando algún vestigio de vida, a recoger sus cosas rotas y quemadas, juntar los restos de cuerpos de ancianos, mujeres y niños.-
La noche anterior el ejército acampó a escasos metros de la masacre y festejó con los víveres robados y algunas jovencitas prisioneras, al amanecer partieron con sus elegantes uniformes y su desprecio por la vida, dejando a las presas de sus lascivias lastimadas y vacías para siempre.-
Entonces ellos pudieron volver…
El hijo menor del caciquejo encontró a las jóvenes aterrorizadas y sin ropas en el campamento del horror, también encontró un objeto desconocido, olvidado por los asesinos, lo recorrió con su mirada, lo dio vueltas en su mano tratando de descifrar que era aquella extraña cosa con forma de fruta.
Otro niño se acerco atraído por la desconocida pieza y entre ambos intentaron ver de que estaba constituida, la pusieron sobre una piedra y con otra comenzaron a golpearla fuertemente, fue entonces cuando la fruta diabólica explotó.-