Comandando la lluvia de estrellas
me estanqué en vuestra tempestad,
cargado de abismos y sentencias
ahora solo guardo las señales
de un amor inequívoco,
tantas veces desbocado
por propósitos insensatos
que me pusieron de cabeza.
Pero esta noche atribulada
se caerán a pedazos
todos tus delirios de grandeza
y lo que no alcanzaste a ver.
Esta es la noche de la sangre
y del universo que no quisiste ofender,
ese mismo que adoraste
y a la larga traicionaste.
Texto agregado el 18-06-2009, y leído por 118
visitantes. (2 votos)