Ya ves, conozco tu nombre.¿Desde cuando eres parte de mí vida? No me molesta, porque me hiciste tomar una importante y sana decisión.
Vi tu foto, se cayó del libro que Agustín no lee. Tienes la belleza de la risueña juventud y la ignorancia del pensar.
Sabes niña que eres el despreciado fantasma que a ciertas horas irrumpe en mí hogar, congestionando mí vivir. Si Susy, te sientas a nuestra mesa el fin de semana, observo la mirada huídiza y el ceño reconcentrado de Agustín que no sabe lo que come aunque sus ojos están fijos sobre el plato. Su voz floja para responder alguna sílaba. Ingresas a mí alcoba escarchada, Agustín te trae, en el espejo de la imaginación contempla tu silueta junto a él, así que los tres compartimos la cama. Le has sorbido el seso a mí hombre legal, con tu juventud. Sus cincuenta y nueve años lucran co tu juventud. Otra vez se delata, la renovación del ropero, sus corbatas finas y sus camisas italianas, arrugadas adiciones de tus gastos, también.
Vuelvo a mirar tu foto, muy joven y tu piel nimbada de la luz de la efímera juventud. ¿Qué encuentras en este hombre, que generosamente te triplica en edad, gastado, que rejuvenece con tus descaradas ficciones?
Mi viejo marido, treinta y dos años de matrimonio que se acaba ahora, así como se acaban nuestros ahorros para la vejez. Se quedará solo.
Pude escribirte en paz. Pero no puedo felicitarlos. |