En vista de que cualquier afirmación puede ser defendida y de que estoy harto, como filósofo díscolo y escurridizo, de tener posturas típicas y estereotipadas sobre la religión, me dispongo a hacer el elogio correspondiente a la medida que tomó la iglesia católica en España, en sus antiguas posesiones y no sé en qué otras partes, de matar a los brujos; programa conocido como la inquisición.
Es algo típico que los librepensadores repudien las ejecuciones que por aquellas épocas la iglesia perpetró en contra de los herejes y demás. Normalmente las personas que se muestran a favor de ésta postura, tienen sus fundamentos, y casi siempre son tan sólidos y arraigados que tienden a convencer hasta al más perspicaz de los pensadores.
Pero no crean que me propongo a justificar aquellas atroces jornadas por mero capricho. Lo hago, en realidad, porque tengo razones para detestar a los que hacen magia negra, y creo que la magia negra es algo que debe ser evitado en la medida de lo posible, y creo que los que mejor entendieron esto fueron los católicos de aquellas épocas.
Aunque ya no entiendo si estoy diciendo todo esto en serio o lo estoy diciendo en broma o para confundir, seguiré con mi disquisición, la cual tendrá que ser lo suficientemente convincente, como para hacer dudar a más de uno sobre su postura en contra de los inquisidores. Es un reto que me he impuesto y que creo que merece la pena ser tomado, puesto que puede dejar testimonio de lo fácil que es estar razonablemente de un lado o de otro en cualquier controversia.
Por experiencia propia, puedo decir que aquellos que se dedican a la hechicería, son más bien ladrones en un plano inverosímil; son ladrones en el plano espiritual, y se dedican a absorber la energía de los ingenuos que recurren a ellos o que tienen la mala fortuna de toparlos. Consiguen esto por medio de un extraño sistema que no sabría decir si les beneficia a ellos, pero de que perjudica a la víctima la perjudica. El sistema consiste en hacer referencias vagas y poco arriesgadas a temas personales de la víctima y darles una connotación espiritual, esotérica en extremo. Son simples frases al aire que profiere el brujo en presencia de su víctima, algunas de ellas tan oscuras que dejan en un predicamento a la víctima y no le permiten replicar.
Son embaucadores esotéricos, o algo por el estilo. El caso es que después de una sesión con esos brujos, uno termina tan sacudido que comienza a darle tantas vueltas al asunto y a relacionarlo con cualquier acontecimiento, que termina volviéndose loco y eso significa la perdición.
Lo más probable es que esos brujos o chamanes o como se les quiera llamar, tengan algún poder, quizás no mágico, por medio del cual llevan a la persona designada por el camino de la perdición. Es como si estos brujos pronosticaran que alguien tiene posibilidad de convertirse en el futuro en una amenaza, en alguien espiritualmente más elevado, y por eso tratan de confundirlo y llevarlo por la senda equivocada, para que deje de significar un peligro, para sacarlo de la competencia.
En cambio la iglesia católica, que siempre ha sido una institución reconocida y transparente. Paréntesis: transparente, tal vez no en el sentido de que todos sabemos lo que hacen en sus reuniones secretas, sino en el sentido de que son personajes de la vida pública, salen en la televisión, etc. Digo que en cambio la iglesia católica, que siempre ha sido una institución reconocida y transparente, ha sabido ganarse el afecto de la gente con un millón de buenos consejos y de sonrisas y de advertencias, pues conocen a fondo de lo que se trata la vida y tratan de guiar a las ovejas por el camino menos espinoso, a fin de que tengan vidas agradables. Claro que les encanta ostentar el título de la mejor religión, ya que no es un título nada deleznable, pero de que han sabido ganarse al público con su sabiduría de la vida, eso ni negarlo.
Entonces, la iglesia católica, al advertir que personas de la calaña de los brujos embaucadores andaban sacando del rebaño a sus ovejas, decide combatirlos de la manera más sencilla: matándolos.
Pero eso de matarlos no deja de ser para mí una acción buena, puesto que los brujos llegan a descarriar con toda la intención, y no dudo que incluso tengan sus estrategias bien ensayadas para lograr ese único objetivo.
¡Malditos sean los brujos! ¡Viva la santísima inquisición!
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