Siempre hay un momento en toda generación en que surge una frase o una forma de hablar o de ser de quién sabe dónde. Seguramente muchas personas la inventan simultáneamente. Podríamos explicar ese fenómeno social de muchas formas, pero el caso es que es verdad. Todos creemos ser originales, pero resulta que, tal vez inconscientemente, hemos adoptado una tendencia tal vez impuesta por los medios de comunicación en alguno de sus mensajes subliminales.
No tardamos mucho en advertir que estamos siguiendo un patrón de comportamiento, quizá para agradar y formar parte de un grupo, y a algunos no les importa y otros se esfuerzan un poco más por ser realmente originales, aunque es difícil conseguirlo, porque hay mucha gente en el mundo, y uno tiene que salir a divertirse a algún lugar de su inclinación, y es muy probable que en ese tipo de lugares haya una persona que utilice frases parecidas a las tuyas, que se vista parecido a ti, que actúe bajo los mismos principios, y que por consiguiente se convierta en un fastidio.
Entonces, podemos decir que existen dos clases de inventores: los que inventan cosas que ya existían o que se vuelven de uso común tan rápido que uno no alcanzan a tener el crédito merecido, y los que no hablan con nadie y no permiten que sus formas de ser se vuelvan ordinarias, es decir, los artistas. Los artistas tienen que evitar decir las cosas más ingeniosas, sobretodo los escritores, que deben tener la virtud de no utilizar esa frase tan alambicada antes de que salga en el libro. De esta forma, todos sabrán quién fue el inventor de la frase o la forma de ser.
Ahora todo está más intrincado, es más complejo. Los snobs de hoy se jactan de no leer, aunque no pierden la oportunidad de hacer un comentario que demuestre su alto nivel cultural, como queriendo dar a entender que nacieron con el conocimiento o que les viene la cosa de abolengo. Es muy probable que lean a escondidas o que de verdad sean muy inteligentes, pero se les puede ver la cara de estúpidos cuando dicen algo ingenioso.
Y es que de hecho, ser un inculto te garantiza una vida larga, llena de salud y aventuras, mientras que la vida del erudito está llena de espinas. El erudito está rodeado de espinas, kilómetros a la redonda de espinas puntiagudas, largas y macizas.
Es un misterio ver cómo el comportamiento de los grupos sociales se modifica de una manera sincronizada. Es como si los miembros de un grupo fueran nadadoras de nado sincronizado y ejecutaran sus gracias al mismo tiempo casi. Todos van más o menos por los mismos modelos éticos, etc, etc, etc…. y lo demuestran con sus palabras y sus maneras de proceder.
Por ejemplo, ahora nadie juzga a nadie. Me tocó ser parte de esa tendencia que creí era muy personal, pero luego vi que nadie juzgaba a nadie o utilizaban con frecuencia la frase bueno, cada quien, y me di cuenta de que prefería ser un maldito prejuicioso que uno del montón, así que me puse a criticar gente a diestra y siniestra, aunque hay otros grupos que siempre han tenido por costumbre criticar y no pasa nada, es algo tan normal, y no tienen que decir como para disculparse al final de cada crítica: pero bueno, cada quien.
Si el texto no es absurdo, entonces no es filosófico.