Las calles envejecen cuando el viento tuerce la cintura de los niños. Me incendio cuando camino, pues bajo la suela de mis zapatos, hay una tea de gritos. Niños con hambre, maltratados por la bestia, encuclillados para guarecerse del remolino.Polvo que vas y vienes, de las ruedas del carro a los sitios donde ellos lloran sin lágrimas.
Bajo el mar en calma, las algas siguen encallando y el molusco persiste en su acecho.Mañana no serán niños, sólo ancianos de piel desbastada. Camino con huella honda y es tanto peso, tanta culpa.