Cuando tomé clases con mi maestro de Anatomía el Dr. José Negrete Herrera, él era una explosión de conocimientos frente al cadáver. Decía: hacemos la incisión, alejamos el tejido graso y aconsejaba: “no usen instrumentos de corte, sólo de disección. Vean, cuento uno, cuento dos y tres y aquí debe de estar el nervio Circunflejo”. Y lo sacaba con la sonda acanalada.”Pintamos a la vena de azul, a la arteria de rojo y al nervio de verde y esto lo llamamos disectocromia. Ande, ande, toquen… el que no toca no siente, el que no siente es como el que no ve y el que no ve, no sabe”. Escribió su libro de anatomía bajo una óptica clínica,” este tipo de anatomía sirve más al médico general, pues relaciona los puntos anatómicos con el quehacer de la clínica” . Además del conocimiento profundo de la anatomía, había en él, un valor mayor, la de ser humano. Un compañero de estudios me confesó “ Vivo solamente con mi madre, y ella empezó con un dolor en su vientre y fiebre, Le hablé al maestro explicándole , y dijo que la llevara a urgencias del hospital Juárez que él, llegaría. Y llegó… diagnosticó una apendicitis y operó de inmediato, pues según supe ésta se había reventado. Mi madre vive por el”.
Estábamos pendientes de sus manos, cuando el tomaba los instrumentos, pues como un mago siempre nos sorprendía. Lo conocí cuando sus condiciones físicas mermaban por las mordidas de la diabetes, pero su pulso se mantuvo firme, su deseo de ofrecer sapiencia y el halo, de las personas que aman al hombre y el mundo en que viven.
Ha pasado mucho tiempo, sé que te has integrado a la naturaleza, pero tu presencia en muchas conciencias persiste y tu estatura es un edificio sólido que es ejemplo para mi generación y las que vienen.
|