En la oscuridad mis movimientos se vuelven torpes.

Enseguida despierto.

La luna a medias. Las palabras dormidas casi por completo. Tan solo unas caricias que me envuelven y me limitan.

Doy la mitad de mí creyendo que eso es todo lo que tengo.

Lo sé y no lo sé, porque a veces grito sin ruido, a veces con miedo, a veces a golpes.

La luna hoy duerme despacio…
es tan blanca…

El cielo muy negro y las estrellas intermitentes irrumpiendo en el techo o en el humo.

Una por una las palabras se retraen.

Pero quiero hablar hoy sólo sobre mí, con claridad, dándome algo mejor que un poco más de tiempo.

Me desnudo con tinta, aunque al hacerlo desdibuje del todo mi contorno, este perfil de distancias y ausencias propias.

Nieblas personales, vacíos en blanco, todos pululando en solitario,
átomo tras átomo…

Unos minutos al borde y la luz como siempre he querido: dibujando sombras que no puedo descifrar: mis propias sombras, hoy con otras formas.

Yo pertenezco casi al entorno, como un objeto más. Una figura asociada al resto. Sí, muy limitada.
Pero ya me da lo mismo. Quiero no sentir. He de notar la vida al instante y los instantes a ciegas.

Hoy quiero llenarme de mi propia magia.

Y sé que no existe nada a no ser esto que realmente siento…