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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El comerciante y el hijo adoptivo

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Un prestigioso comerciante había adoptado a un pequeño rapaz que con el tiempo se transformó en su brazo derecho. El negocio prosperaba y todo funcionaba a las mil maravillas. Pero, de pronto, las cifras no cuadraron más y pese que las ventas aumentaban y la clientela los elogiaba, los ingresos no eran los esperados. Hasta que un día, el comerciante se dedicó a revisar las finanzas y constató que se estaba produciendo una evasión. Desconfió entonces de su contador y le recriminó. Pero el hombre, segurísimo de su honestidad, le solicitó que revisara sus libros y, no encontrando nada oscuro en los números, le pidió excusas y, con el corazón acongojado, dedujo que su hijastro tenía algo que ver.
Las cosas continuaron empeorando, tanto así que el comerciante, para reducir costos y con un inmenso dolor en su corazón, debió despedir a varios empleados que le habían servido durante años. Mas, no tocó a ese hijo adoptivo, porque, a pesar de todo, se negaba a creer que él le estuviese robando.
Tan catastróficos fueron los resultados posteriores que el comerciante debió hacer tripas de su corazón y llamó a todos sus empleados y le anunció que en muy poco tiempo, aquel prestigioso negocio cerraría para siempre, debido a su enorme insolvencia. Todos se entristecieron, puesto que su patrón era un hombre de muchos dones y no se resignaban a abandonarlo.
Pero, todo se cumplió irremisiblemente, el negocio cerró sus puertas y el comerciante se quedó en su casa y junto a él, su hijo adoptivo. Al poco tiempo, comenzaron a desaparecer los enseres de la vivienda, pero el hombre, resignado, prefirió hacer caso omiso. Se negaba a creer que aquel a quien tanto le había dado, fuese el causante de esas pérdidas.
Cuando aquella casa era sólo una ruina y el pobre hombre se debatía en su lecho de enfermo, llamó al hijo aquel y le dijo con voz desgastada: -“Sé que pronto moriré y no quiero dejarte en medio de la pobreza. Por lo tanto, cuando yo fallezca, le he ordenado a mi abogado que te haga entrega de cierta cantidad de dinero, que he conservado para que la recibas el mismo día de mi muerte”.
Pero la agonía fue larga y como en aquella mísera vivienda no quedaba nada de valor, ni tan siquiera un simple objeto que pudiera venderse, aquel hijo adoptivo se fue del lado del hombre, ya que no tenía la suficiente paciencia para esperar que el anciano muriera, ni mucho menos estaba capacitado para cuidarlo y atenderlo en esas horas lánguidas.
Aún así, antes de expirar, el comerciante pronunció su nombre, pero el débil eco de su voz no alcanzó a tocar las desnudas paredes…








Texto agregado el 17-06-2009, y leído por 339 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-07-2009 Un excelente relato, aquí creo que no tiene nada que ver el que el hijo sea adoptivo, es una figura más, aquí lo que se ha querido mostrar es la miserable calidad humana de un hijo malvado hacia ese padre que le brindó hasta el último suspiro. Un beso y mis estrellas. Magda gmmagdalena
17-06-2009 me llego al corazon... tanto amor de un padre a su hijo aunque sea adoptado... Kirjava
17-06-2009 tal vez solo nacio torcido,no porque fuera adoptado.Hay hijos legitimos que matan a sus padres .Es muy bueno el relato ****** shosha
17-06-2009 Uf, qué relato, me llegó en lo más hondo de mi corazón, quizá porque tengo dos hijos adoptivos y pese a que no fueron engendrados el amor se les entrega a un 100,; me ha tocado leer en mi vida literaria muchos relatos de estos y coincidentes con el tuyo todos apuntan a que los adoptados son de lo peor, no lo pienso igual, quizá me muera como ese viejo pero con el corazón llenito de esperanza de criar y echar a la sociedad lo mejor de mí. online
17-06-2009 Muy triste y real, como la vida misma.******** almalen2005
 
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