“All you need is just one more excuse
You put up one hell of a fight
I wanna hear your very best excuse...
Never felt this much alive”
Mike Patton, Faith No More.
La calle tenía miles de manchas de sangre. Mis British Knights azules también estaban manchadas de “chocolate”, como lo llamaba el Nacho. La pelea había terminado y mientras los últimos pandilleros se alejaban, me acerqué al Negro, que estaba tirado en el suelo, y comencé a tironearlo. No reaccionaba, estaba pálido y de un lado de su cabeza salía sangre. A su lado estaban los restos de una botella quebrada. No había que pensarla mucho. De pronto el Negro pareció volver en sí- una última patada de la pasta base en su organismo-, tosía y se quejaba de su oreja. Le examiné mejor la herida. Sólo era un corte, no tan superficial, pero no era cosa de mucho cuidado. Le saqué la bandana de la cabeza y le hice un torniquete en la oreja como pude. Llegó el Nacho, cojeando y tratando de prender un cigarrillo con fósforos a pesar del viento de la playa. Cuando lo logró, me dijo que no lo moviera, que lo dejara descansar, que podía tener un coágulo en la cabeza o algo así. No había de qué preocuparse, la calle estaba vacía y eran las cinco de la mañana, no pasaría ni una patrulla por estos lugares. Me senté en una banca con el Nacho a fumar, mientras el Negro se calmaba poco a poco. El Nacho pareció leer mis pensamientos:
- Esos huevones venían de parte del maricón del Cuco. Estaban esperando a que estuviéramos solos. Si yo no hubiera estado tan volado, hubiera cachado mejor qué onda pasaba.
- No hubiéramos salido esta noche. Yo sabía que iba a pasar algo malo- traté de seguir las olas con la mirada, pero simplemente no podía concentrarme en cosas mínimas. Todavía sentía la adrenalina quemando mi cerebro y mis venas, una de las sensaciones que más me gustan, pero que equivalen a tener que arriesgar la vida en tonteras.
Pero así somos nosotros. Fuimos al Rincón del Ermitaño, sabiendo que era el territorio de esos flaites, y que nos estaban buscando por sacarle la cresta al Cuco, uno de ellos. No nos pusimos de acuerdo para ir allá, simplemente sabíamos que teníamos que ir, no podíamos escondernos, había que pelear... El Nacho conducía la camioneta del papá con una expresión dura que lo hacía parecer mayor, como de dieciocho... El Negro estaba de copiloto, buscando una radio buena mientras yo tomaba ron-cola en el asiento de atrás, la mezcla ya estaba hecha en la botella de Coca-Cola.
Nos bajamos una cuadra antes de llegar. El Nacho comenzó a tomar apenas se bajó del auto. No quería quedarse atrás. El Negro estaba hablando puras tonteras, puro echando jugo. Yo tenía que estar consciente de mi caminar, no me gustaba esta fase del alcohol, cuando recién te estás acostumbrando al efecto, es mucho mejor cuando no sientes que caminas mal, simplemente porque ya no estás consciente de eso. No alcanzamos a entrar al local cuando se escucharon unos silbidos. Una vez el Nacho, que es un experto en temas de la calle me dijo “ten cuidado cuando escuches silbidos, huevón. Son tambores de guerra...”.
El Negro se agarraba la cabeza y parecía fijar la vista en algún poste, en alguna luz para ver si todavía podía controlar sus ojos. Yo no me podía mover, estaba mareado y tenía frío. El Nacho meditaba, parecía que se había quedado dormido. O se había quedado pegado, no lo sé.
Nunca habíamos tenido miedo en alguna pelea. Claro que siempre estaba la posibilidad que surgieran armas peligrosas e incluso pistolas, pero nunca le tuvimos miedo a la muerte. Simplemente creíamos que siempre, perdiéramos o ganáramos, podríamos regresar esa noche a nuestras casas, y al otro día, comentar lo que sucedió la noche anterior.
Éramos sólo niños, niños que imitaban lo insano.
El Negro no se queja más. El Nacho parece despertar, se levanta y se acerca al Negro, le pone la mano en el cuello. A mi me da un escalofrío helado, todo mi cuerpo se paraliza cuando el Nacho me mira con esos ojos rojos, esos ojos que me dicen todo, cagamos huevón, todo esto se fue a la mierda, ya nunca será como antes, mira lo que hicimos, mira lo que hiciste, mira lo que hice, todo esto por querer parecer mayores, todo esto para nada...
- El Negro se murió.
|