| Aquella  fresca y nublada mañana descubrí que ya no estabas, y no porque ya no te hubieras marchado,  sino porque yo no te había dejado partir, aferrándome a tu recuerdo, a tu presencia, a tu olor en mí.Me abrace fuertemente, acaricie mis brazos, mi rostro; le permití al viento rozar mi piel y me hice uno a él. Me sentí tan feliz, tan plena.
 Comprendí que ese día la vida me regalaba un hermoso despertar, una fresca brisa y hasta  los árboles con picardía, me murmuraban que la vida recién  comenzaba  y que existía un sin fin de vivencias por experimentar.
 Mire al horizonte para observar  su infinito y maravilloso azul, los destellos del Sol que despuntaban y se mezclaban formando un paisaje difícil de describir, mágico y ensoñador.
 Mi primer amanecer sin ti, me sentí: viva, mujer, única y especial, toda una Guerrera dispuesta a luchar con todo su ser,  por sus ideales. Aquellos que acababan de nacer.
 
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