Mi viejo armario
Extraño aquella armadura fresca;
Aquélla de alegres tiempos ajenos y apacibles arrullos.
Aquella fuerte, inflexible, soñadora y brillante.
Aquella que perdió la costumbre tras los lapsos inertes;
Aquella que añora su regreso y proclama al viento su esencia;
Grita al mundo su presencia oculta, calla su tristeza, modela su cambio en los días.
Trago las superficiales ideas que caen por montones,
Que ruedan tal canica de lluvia por las tardes pluviosas.
Bebo aquellas ideas, pero no las conquisto.
Las adquiero sin obtenerlas, las escupo sin antes nutrirlas,
Las rechazo con victoria, sin quererlas.
¿Dónde fue mi viejo traje de risa?,
Se lo ha llevado la luna o se lo ha comido la tierra,
O le han brotado alas y se enfrentó al vuelo.
¿Es que se le fijaron los pies al asfalto?
Se lo ha tragado el silencio y le han cantado el adiós las aves.
Lo ha espantado la gente vana, móvil;
Se oculta bajo la vida traviesa,
Grita en su armario de savia, se apolilla en el intento.
Se han ido las manos fuertes, defensoras;
Los brazos y las voces amigables;
Han escapado a campos secos, desprovistos, solitarios.
Han abandonado al sentir compasivo, al complejo iluso
Que falto de camaradas no pierde esperanza.
Se ha ido aquél sueño como mariposa volátil a la luz y el canto de la primavera,
Como luz palpitante en el horizonte,
Como flores filtradas en la inmensa frondosidad.
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