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Los poemas de un ser polifacético
PERIÓDICO ALMERÍA ACTUALIDAD


José María de Benito, lideró el proyecto para la elaboración del primer ordenador español, ha escrito un libro de poemas, aparte de ser directivo de FCC y haber sobrevivido a un infarto tras perder a tres hijos
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José María de Benito, nadador de competición en su juventud, que lideró el proyecto para la elaboración del primer ordenador español, salió de Italia huyendo y arruinado obligado por la Mafia, que le había sentenciado a muerte por no pagarles comisiones para que le dejaran seguir vendiendo en su potente negocio, dedicado a exportar pescado fresco a Roma junto a un socio de Lepe.

"Me quisieron matar y un amigo me avisó para que saliera corriendo. Me quedé sin nada, me lo quitaron todo y volví a España con lo puesto", relata recordando aquella cruda peripecia de la que afirma tranquilamente "son cosas que ocurren por la ignorancia de la juventud".

Ha vivido en siete países y conoce bien al menos una treintena, viajando constantemente por muchos más. Ha sufrido la desaparición de tres hijos (tema del que no quiere hablar) y sobrevivido a una hemorragia cerebral.

Hoy en día dirige una empresa de aparcamientos en la capital almeriense, dependiente de la todopoderosa Fomento de Construcciones y Contratas FCC, en la que curiosamente la cuota sindical de los trabajadores la abona la propia compañía. En 1986 constituyó en Alicante la primera concesión de zona azul regulada con parquímetros de España.

Entre tanta vorágine y vueltas al mundo ha tenido tiempo para escribir una novela, La sala; varios relatos como Ciudadano del mundo o Nuevo tratado de la letra, y libros de poesía como 'Intento de poemas breves, El auriga de Delfos y en 2008 Cuadernos de Aguadulce.

Se confiesa un escritor surrealista y seguidor de la física cuántica. "Yo, agnóstico de toda la vida, veía la física cuántica como si fuera la religión católica, porque transportamos energía y el cuerpo va a caducar, pero la energía se queda perenne. Esta creencia me libró del pánico a la muerte, porque le he visto la cara, como si fuera un agujero negro, algo temido. Es para mí como una religión que me ha salvado de todo y me ha hecho ahora mismo considerarme, como digo en un poema, un hombre felizmente cansado".

Esta experiencia vital tras una hemorragia cerebral producida por una subida de tensión durante los duros días de negociación de un convenio colectivo provincial, en la que vislumbró el famoso túnel de la muerte que dicen ver los moribundos que sobreviven, aunque en una versión "tétrica, horrorosa, con harapientos que me rodeaban en una soledad que no era terrenal, como si fuera a un matadero al que yo me resistía, me atrajo tanto que compuse un libro de cuántica y otro de filosofía surrealista, obteniendo inspiración para escribir Cuadernos de Aguadulce, basado en la investigación.

El auriga de Delfos es más surrealista tipo Sartre, y escrito a bocajarro, sin corregir nada", afirma.

Este polifacético personaje estudió cine en el Taller de Artes Imaginarias TAI, de Madrid, gracias al impulso de Javier Fernández, un íntimo amigo de la infancia, director artístico de varias películas de Pedro Almodóvar, siendo además aficionado a la pintura y a la guitarra flamenca, disciplina de la que fue discípulo del maestro Albaicín.

Vive en Aguadulce, nació en Madrid en 1958 en el seno de una familia con once hermanos de los que murieron dos, cursó estudios de Marketing en Estados Unidos y está casado desde hace 22 años con Berenice, una americana con quien tiene dos hijos. Por culpa de su cita con este diario se perdió el comienzo de la actuación con clarinete de su hijo de 12 años en el Auditorio de Roquetas de Mar. Su esposa toca el violín en la Orquesta Sinfónica y la niña de 13 años la flauta travesera.

Correteando por el Sahara en moto, otra de sus pasiones, más de una vez se ha quedado sin comida ni bebida, "otra historia de un loco vividor que te puede llevar a la muerte o a la emoción absoluta, aunque no me puedo calificar así porque soy una persona que anda por el mundo intentando aprovechar al máximo posible las buenas relaciones con la tierra, con la naturaleza y las personas, para olvidar las cosas malas que se aprenden haciendo tantos kilómetros". Viviendo en México padeció varios terremotos "y no me asustan ya tras ver allí cómo una lámpara de araña me caía encima de la mesa en un restaurante durante un temblor".

Texto agregado el 13-06-2009, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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