CAPITULO VI
Me monté en su nave y aquí estoy, listo para esa misión tan importante de la que me hablas. Con una sonrisa en los labios, Rimpomplás sacó de su chaqueta un pequeño frasco, lo batió con fuerza, hasta lograr transformar el contenido en un hermoso arcoíris. Lo destapó y en un abrir y cerrar de ojos yo estaba respirando la esencia más azucarada y deleitable de toda mi vida. Todas las preocupaciones, miedos y amarguras que mi corazón conservaba se iban de mí flotando, formando una gran nube negra que, a medida que se alejaba se iba dispersando en el aire como ceniza, hasta deshacerse completamente.
Abrí los ojos y Rimpomplás estaba tranquilamente sentado en un apetitoso tronco de chocolate.
¿Qué sucede? ¿En dónde estamos Rimpomplás?, hace unos segundos conversábamos en el Bosque Gomosito, ¿a dónde vinimos a parar?
Confía en mi Kanuto y créeme lo que te voy a decir, seguimos estando en el mismo bosque, con los mismos árboles de gomitas a nuestro alrededor, sentados en el mismo tronco de chocolate, nada ha cambiado. ¿Sabes lo qué pasa, Kanuto? Que al nosotros librarnos de todo aquello que nos preocupa como acabas de hacer tú, comenzamos a ver lo que nos rodea de una manera más llamativa. No es que el mundo haya cambiado, es que tú cambiaste la forma de observarlo.
Libre de cualquier preocupación sobre mis notas, mis partidos de fútbol, las amistades con mis pares y las discusiones con mis padres, seguí el camino con aquél sabio que acababa de envolverme con un aroma de los olores mas deliciosos: coco, cerezas, chocolate y un toque de vainilla. Mmmm, estos olores me dieron la claridad y la magia para iniciar la misión.
Ya reunido con los otros niños de la Brigada, emprendimos nuestro viaje a todos los países del planeta, en total fuimos a 197 países. Apenas comenzaba la aventura de ver a quién le faltaba la sonrisa.
Nos encontramos niños con apenas un poquito de sonrisa, otros con media sonrisa y había a quienes se les había borrado por completo y estaban desconsolados ¡hasta vimos niños con la sonrisa al revés!
¡Urgente Kanuto! Gritó Aquiles Canto, éste niño necesita escuchar una dulce melodía que le recuerde a su abuelita para que vuelva a sonreír. Vamos, aún nos quedan muchos… recuerda que el que tenga la sonrisa volteada debes darle besos, caricias y una merengada.
Tina Vainilla, la más dulce del grupo como su nombre lo indica, bañaba a las personas con esencia de coco hasta que las sonrisas aparecieran poco a poco.
Al conversar con varios niños me di cuenta de que se sentían un poco alejados del mundo de los adultos. No es que no los quieran, me aseguró Coromoto Zaperoco, pero si tan sólo les dedicaran más tiempo no dudo ni por un momento que se acabaría este tormento.
¡Ellos vivían lo mismo que yo! Por fin tenia personas de mi edad con quienes dar con respuestas a la pregunta que me hacía día tras día ¿somos felices?
Gracias a que mis problemas se habían esfumado y sólo me quedaba un leve recuerdo de ellos, pude prestar la atención que me dictaba mi corazón y así ponerme en el lugar de ellos para realmente entender aquello.
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