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Inicio / Cuenteros Locales / happygraci / Martina sabe que esto también pasará. Capítulo 1

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CAPÍTULO 1º
MARTINA, LA LLUVIA, UN PUÑADO DE ESTRELLAS Y UN MECHÓN PIRATA

Martina hoy cumple 7 años y está de suerte. Ha empezado a llover, y aunque la fiesta se iba a celebrar en su jardín y su madre anda como loca entrando sillas, mesas, platos cargados de sándwiches, vasos y todo lo demás, una increíble y picarona sonrisa se ha dibujado en su cara.

No te he contado que lo que más le gusta a Martina es correr cuesta abajo cuando llueve, y sentir como le resbalan las gotitas en su cara, y por supuesto, correr el riesgo de caer dentro de un charco y llegar a casa empapada sintiendo cómo se pega la ropa a su cuerpo. Si puede ser así, pues mucho mejor.
Y es que Martina debe de tener algo especial con la lluvia, puesto que la segunda cosa que más le gusta es oírla por la noche mientras duerme, y cuando se da cuenta de que la tormenta está desapareciendo, se pone muy triste.

Llega la tarta y todos empiezan a cantar con muchas prisas, saben lo que les espera justo después de esa canción: ¡un buen pedazo de pastel de chocolate!
¿He dicho que todos cantan con mucha prisa? Todos no, olvidaba a Juan, el “más mejor amigo” de Martina, que hoy, como en todos sus cumpleaños, se ha sentado a su lado, y que hoy, como siempre, le canta gritándole al oído muy lentamente y desafinando como nadie más lo sabe hacer. Es lo que mejor se le da a Juan, sacar de quicio a Martina de vez en cuando.

Ahora toca soplar las velas y pedir un deseo, o al menos eso le dicen todos; Lo que pasa es que Martina sabe que poca cosa pueden hacer por ella las velas que se están derritiendo y goteando encima de su pastel de chocolate.
Su abuelita hace ya tiempo le contó un secreto: si quería que se le cumpliese algún deseo especial, todo lo que tenía que hacer era asomarse por la ventana cuando ya hubiese oscurecido, mirar al cielo y elegir una estrella; a la estrella le debía de susurrar muy bajito cuál era su sueño, y porqué tenía tantas ganas de alcanzarlo. Aún así no siempre se cumplían todos sus deseos, y Martina sabía porqué: después de hablar con su estrella, esta decidiría si conceder el deseo sería bueno o no (las estrellas siempre tienen la última palabra).
Así que cuando no conseguía el resultado esperado no se ponía triste, simplemente pensaba que se había equivocado de deseo, sacaba media sonrisa y volvía a sentarse en la cama, esperando a que su papá le leyese el cuento de todas las noches.
El papá de Martina un día le explicó que la magia de las estrellas solo funcionaba cuando al contarles tu secreto sentías unas cosquillas juguetonas dentro de tu barriga… eso significaba que para ti era muy importante y ellas seguro que lo tomarían en cuenta.
Pero claro, las cosquillas venían cuando ellas querían, y por mucha fuerza que hiciese, eso no dependía de Martina.

Antes de soplar, Martina tiene que apartar el pelo de su cara, no sea cosa que se lo vaya a quemar una de esas velas cumpledeseos. Y es que por más que su mamá intente recogerle el pelo, a ella siempre se le acaba cayendo un mechón justo encima del ojo derecho.
El mechón tiene sus ventajas, o al menos eso pensó Juan el día que Martina y él se dieron cuenta de que si juntaban sus ahorros tan solo podrían comprar un parche de piratas. A partir de entonces el mechón de Martina todas las tardes después de salir del colegio y bajar al río a jugar, se convierte en un socorrido parche, del que ella se siente muy orgullosa… según Juan: “si quieres ser pirata, de lo que se trata es de que se te vea solo un ojo, para intimidar al enemigo, claro está”.

Lo de las pecas ya es otra historia. Martina tiene pecas encima y a ambos lados de la nariz. Ella suele preguntar porqué tiene esas manchitas en la cara, en busca de una respuesta que le resulte convincente.
La explicación que menos le gustó (y esto no podía ser de otra manera) fue la de Juan, quien le dijo que seguramente su cara se estuviese preparando para que en un futuro le saliesen bigotes como los que tenía su gato, Manolo.
Hasta el día de hoy no le han dado ninguna respuesta que le haya hecho abrir los ojos de par en par, como suele hacerlo ella cuando descubre un secreto más que anotar en su “libreta de secretos descubiertos”. Tiempo al tiempo.

Y como suele pasar en los cumpleaños, este también termina, aunque de una manera un tanto especial: con un montón de niños empapados después de haber bajado corriendo hasta el río mientras la lluvia acariciaba suavemente sus caras. Eso ha sido cosa de Martina, claro que sí.

Texto agregado el 13-06-2009, y leído por 200 visitantes. (2 votos)


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