No sé si estoy soñando, o son mis dudas las que arañan tu piel, si es el viento del recuerdo el que te trae a mí en forma de aroma, o acaso es tu perfume el que llevo en los labios. Existe una línea difusa entre tu rostro y mi pecho, que no sé distinguir del vago sueño o la cruda y mal cocinada realidad; quisiera quemar todos esos recuerdos a flor de piel que no me permitan disfrutarte, y despertar de pronto sabiéndote lejos como para extrañarte, o sentirte cerca durmiendo al lado mío, respirando nuevamente en mi oido, confiada y plena, como la luna que se asoma por tu sueño.
Es no perder el tiempo despertando solo, tras la prisa oxidada de tu encuentro, la nota difusa e imperceptible que separa la realidad del empañado sueño que nunca recuerdo completo. Siento haber encontrado a la mujer de los mil nombres, ese ser que guste de lo que hago mejor y disfrute de mis filias, auyentando mis dudas y temores, esa parte primigenia que me faltaba desde hace mucho, mucho antes del olvido, y en cada encuentro lo siento más mío.
Es entre el sueño y tu espalda que encuentro mis manos doloridas, mis piernas cansadas y mis labios rotos de olvido, de no recordar cómo se hace para amar a manos llenas, pero bastas de otra cosa que no se parezca tanto al olvido. Mis sueños vaporizados regresan recurrentes y es al despertar tu imagen la que me persigue esas noches de calor que me tiene desnudo, a la espera de tu encuentro para lastimarte como tanto me lo pides, cada que vienes a verme y tomas la forma femenina que tanto esperaba. |