I
Cuando vivía en New Orleáns, a principios de 1925, el escritor norteamericano Sherwood Anderson conoció a uno de esos vagabundos que trabajan por dos o tres días en lo que sea para ganar un poco de dinero que les permita vivir el resto del mes con el único decoro al que aspiran, esto es, sin que les falte un lugar donde dormir, un poco de comida, whisky y tabaco. Rápidamente congeniaron y se hicieron amigos.
Nunca se veían antes del mediodía, porque Anderson estaba encerrado, escribiendo. Pero por las tardes solían caminar por la ciudad y hablar con la gente; y por las noches se volvían a reunir y se tomaban una o dos botellas mientras Anderson hablaba de Literatura y su amigo escuchaba. Y al día siguiente, volvían a hacer lo mismo. Hasta que un día, el amigo de Anderson desapareció.
Luego de tres semanas sin verlo, Anderson fue a tocar a la puerta de su amigo —era la primera vez que iba a buscarlo—, y sin más preámbulos, le preguntó:
—¿Qué sucede? ¿Está usted enojado conmigo?
—No —le contestó el vagabundo, con un brillo de emoción en los ojos—. Estoy escribiendo un libro.
—¡Carajo! —dijo Anderson, y salió huyendo.
II
Sherwood Anderson nació en Ohio en 1876. Trabajó como obrero hasta cerca del fin de siglo, época por la cual se enlistó en la Armada Norteamericana, entrando en acción en Cuba, durante la Guerra Hispano-Norteamericana. Luego de la guerra, trabajó con relativo éxito en diversos oficios relacionados con el mundo editorial en Chicago, se casó con la hija de una familia acaudalada y tuvo tres hijos. Más tarde, la familia se mudó a Cleveland y Anderson se dedicó a labores administrativas, también con relativo éxito.
Sin embargo, en 1912 desapareció por cuatro días a causa de un colapso mental, que luego describiría como una emancipación de su vida materialista. Abandonó su trabajo, regresó a Chicago y se dedicó por completo a la Literatura; decisión que le valió posteriormente el reconocimiento de otros escritores, que pusieron su coraje como ejemplo.
Aunque también escribió novelas, Anderson es reconocido por sus cuentos, principalmente por la colección Winesburg, Ohio. Sin embargo, su mayor mérito radica en haber inspirado a la siguiente generación de escritores norteamericanos, a muchos de los cuales no sólo ayudó con consejos, sino que incluso consiguiéndoles editor para sus primeros trabajos.
Murió en Panamá en 1941, a causa de una peritonitis producida por haberse tragado un mondadientes.
III
El amigo de Anderson había decidido que si esa era la vida de escritor, entonces eso era lo suyo, y sin más se puso a escribir su primera novela. Enseguida descubrió que escribir era una ocupación divertida, y no se percató de que había desaparecido por tres semanas hasta que Anderson fue a llamar a su puerta.
Cierto tiempo después, se encontró con la señora Anderson en la calle.
—¿Cómo va el libro? —le preguntó ella, al tanto de la nueva ocupación del antiguo vagabundo.
—¡Ya lo he terminado! —respondió el recientísimo escritor.
—Sherwood dice que está dispuesto a hacer un trato con usted —le dijo ella, con una mirada ansiosa—. Si usted no le pide que lea los originales, él le dirá a su editor que acepte el libro.
—¡Trato hecho! —respondió el antiguo vagabundo, feliz de saber que pronto cambiaria de ocupación.
Sherwood Anderson cumplió su promesa, y la novela de su amigo fue publicada, aunque con una errata en el apellido del autor, que éste no se molestó en corregir y que utilizó en adelante. Y aunque la crítica la recibió con comentarios favorables, no vendió muchas copias. Sin embargo, el amigo de Anderson no se desanimó, y siguió escribiendo novelas. Años más tarde, el antiguo vagabundo ganó dos veces el Premio Pulitzer y el Premio Nóbel; y sus novelas, gracias a sus revolucionarias técnicas literarias, prácticamente han influenciado a todos los escritores desde hace más de cincuenta años.
Esa primera novela, publicada en 1926 con el nombre de La paga del soldado, llevaba una u de errata en el apellido del autor: William Faulkner.
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