Era más simple que todo
eso. Y lo sabías.
Sólo había que soltarse,
en un salto
desprenderse de aquellos
costumbrismos.
La camisa el cinturón
los pantalones, derramados
como cumbres, esparcidos
como ruinas. Eso era.
Como ruinas que fascinan
-no por ellas sino- por eso
que no estando se presiente.
Era más simple que eso. Tan sólo había
que desnudarse en pleno remolino
-como siempre como
a veces
como entonces como
nunca-
olvidarse los supuestos
premios, los castigos y adentrarse
tiernamente, tal vez violenta
irremediablemente
en un abrazo, como un mar
recibiéndote en sus aguas;
o quizá solamente recostarse
en un prado cual rocío.
Una noche y luna llena.
Texto agregado el 11-06-2009, y leído por 157
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