Te doy sobre el silencio una alfombra
voladora, una aureola como un disco
o una órbita estelar de conjunciones;
de conjugaciones de ese verbo [vivir]
en todos los tiempos posibles.
Te doy además el imposible desafío
de enhebrar el ojo de una aguja, de coser
la cola de un cometa, con el hilo
entreverado en la madeja. De palabras
es el hombre, cuando se define expresa imprime
su rostro enmascarado en caracteres.
Mas no por eso se redime fácil al rendirse
de la frase en la redondez de cualquier punto.
Sigue de largo como un río sobre piedras, como
un barco bajo puentes, hasta el borde exacto
en que una cascada lo rete [vida o muerte]
al duelo de estancarse -la palabra- o caerse
-en silencio- febrilmente hacia el abismo.
Te ofrezco sólo el atisbo de una perla
refulgiendo escondida en los escombros.
Tú la tomas
o la dejas.