Estaba pintando un universo en la esquina superior de mi cuaderno. Estaba en medio de la clase más tediosa del mundo. Estaba, como estoy cada mañana desde ese día.
Iba y venía la manecilla, lentamente. Casi parecía que retrocedía. La boca del profesor se movía rápida y constantemente. Decía cosas, muchas cosas. Yo sé que sí. Yo sé que tenía que ver con la prueba entrante y con cosas relevantes para mi futuro. Pero que va, estaba más enfocada en liberar mis penas dibujando. Era de esos cuadros que uno hace sin pensar, sin mirar casi. Podría dejar mis lágrimas caer, pero mejor que la tinta haga eso por mi, así no corro el maquillaje.
Hace exactamente dos días, veinte horas y un montón de incontables minutos que te fuiste. Pudiste irte con otra, pudiste cambiarme incluso por otro. Pudiste encontrar mejores razones. Incluso podrías haber inventado. Pero plantarte en frente y llorar, llorar suplicando que te perdone por desenamorarte sin saber cómo. Eso, amigo mío, es demasiado. Es mucho para mí. Ya duele un corazón roto, más aún con tus lágrimas y por esa razón. Es que verte ahí y sentirte tan frágil, y saber que no quieres que te acompañe. Sentirme ahí, tan sola, tan frágil y ver como no te alejas.
Cómo poder soportar esa situación, que incluye tu dolor y el mío. Te habrás dado cuenta que renunciaste a un paraíso, a un mundo que quizá nunca vuelvas a conocer. Un amor distinto, sincero, infantil e inocente. De tantas que has tenido, que yo se que ha sido así, ¿hubo otra como yo? No, no quiero creerme mejor. No es que sea demasiado única, solo que era distinta. Tu mismo lo decías. O es que mentías. Yo te amaba con mis ojos de niña, manos de gata y alma de fuego. Yo te amo con todo eso aún. Tú tenías comida en el estómago y caricias en el cabello. Ahora lloras, ahora ves lo que perdiste por un silencio extraño.
Estoy ahí, con mis manos heladas, mientras te miro de reojo. Todo se ve nublado y ambos lloramos. Hasta cuándo, me pregunto. Hasta cuándo podré llorar junto a ti, sabiendo que estás cuidándome. Me quieres, pero nada más. Yo te juro que sabría vivir con eso e intentar recuperar eso otro. Si no se puede, al menos hice un esfuerzo. No, pero no te parece. Tú crees que es injusto para mí. Un silencio. Una lágrima. Un abrazo. Tus manos. Las mías. Las nuestras y el viento.
No crees que es demasiado. No podías simplemente decirme que había otra. Decirme que ya no me querías y punto. Tenías que dar un discurso que más que otra cosa da esperanzas que rompen el alma y dan luces a algo demasiado turbio. Querías que me enojase y no tengo corazón para eso. Querías que no fuese así.
Quién sabe que querías. Quién sabe que será de las promesas, de las sonrisas, de las caricias. El viento sabe que te envío besos cada noche, la luna aún te llama mi Endimión. El tiempo sabe que pasa distinto para mí, que ya no tiene lógica ni orden, que sigo queriéndote. Todos lo saben, incluso tú.
Podría ser ridículo, pero aún te quiero, aunque sea como amigo. Eso fuiste primero. No puedo perder ambas cosas, o puedo. No debo. No quiero. Peor es nada, peor es saber que nada puedo hacer por ti. Te veo ahí, más frágil que nunca. Lloras y eres como un niño, como mi niño. Te cuidé tanto, casi tanto como tú a mi. Ambos somos niños, después de todo. Solo me pregunto, hasta cuando.
En mi hora más oscura, solo espero alcanzar tu mano y que recuerdes quienes éramos. En el minuto más gris de cada noche, espero que sepas que has escogido y asumamos eso. Ya no esta en mi, nunca lo estuvo, decirte que hacer. Es tu elección, solo queda regalarte el último pañuelo y soñar que si hay un mañana mas próspero para tí y para mí.
Hasta entonces seguiré pintando ese universo en esta esquina. Hasta el minuto en que pueda entender o puedas decidirte. No hay prisa, el reloj no se apura y yo tampoco. Hay muchas vidas para esto. Ahora puedo darle detalles a este cuadro, flores, estrellas, soles. Un universo nacido de mis devenires internos y tu ausencia….La boca del profesor aún se mueve y yo no consigo escuchar nada. Solo esta, en mis audífonos, un viejo blues….
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