La necesidad de saber de ti me llevó hasta el lugar más siniestro que pude conocer; jamás imaginé recorrer esos pasillos, lúgubres y llenos de tristeza, mezcla de dolor y frustración.
La imagen, o el recuerdo que tenia de tu rostro, era mi guía. El tenue olor de tu cuerpo me llamaba, aun así no pude avanzar sin mirar, sin sentir en mi piel aquella humedad que lo cubría todo.
Poco a poco recorrí la vía de la soledad, pasé por el cuarto de la pena, entré a la sala de la frustración y terminé por toparme con la miseria en su crudo y putrefacto dominio.
Pero ella no me detuvo, recorrí el camino hacia ti, en ningún momento te llamé, solo seguí mi instinto para llegar a aquel lugar que te atrapaba y subyugaba, necesitaba y quería ayudarte y salir de él.
Mi recorrido parecía interminable, ya mi alma se turbaba y mi ánimo cobraba dimensiones ínfimas dentro de mí; entonces pude ver aquel recodo que era tu morada, distinguí tus formas y poco a poco me acerqué.
Estabas ahí; las sinuosas formas de tu cuerpo se revelaron ante mis ojos como luz en la oscuridad, te hablé, te pedí, te supliqué que salieras conmigo, que la vida y la luz que ella regalaba podrían ser tuyas, que nada te ataba a estar en donde estabas.
Necio, bruto, ¿Porqué? …¿Porqué querías estar allí?. ¿Acaso te gusta estar en la podredumbre...?
Nunca sabré porqué no quisiste salir…te aferraste a aquel lugar como larva a la putrefacción …por eso te dejé y jamás te volveré a ver.
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