la noche estaba negra... mi perro ladraba. mis dedos dibujaban cosas sin nombre, como garabatos, arabescos sin dueño... era una noche tan negra como los ojos de la muerte... dejé de mirar la máquina de escribir y salí a dar una vuelta por la calle cuando mi perro empezó aullar... fantasmas, pensé cuando llegué a la esquina de una calle. hacía frío, demasiado. temblaba, mis dientes castañeaban. escuché unos pasos. el fantasma, el ladrón, el perro, el loco, pensaba cuando un hombre de mediana estatura se cruzó en la esquina de la calle. pasó por mi lado como si nadie existiera. le vi alejarse cuando el tipo se detuvo, volteó y se quedó mirándome, cuando vi que una sombra se le acercaba, como un ladrón... le iba a gritar pero fue tarde, la sombra se lo tragó como si fuera una mancha de colores... quise moverme pero no pude. la sombra se acercaba cada vez mas... por suerte un auto se acercó al lugar en que estaba y la sombra se fue con el auto, como si perteneciera a las negras llantas de caucho... regresé a mi casa. mi perro estaba en la puerta. entré y este movía la cola como si fuera una manguera loca chorreando agua de alegría por todas parte. me gustó y decidí dormir con mi perro. me acosté y el perro se puso en mi regazo. dormí, fue maravilloso. no había nada más que la oscuridad de la noche y las sombras unidas en un abrazo universal...