CHAPALA
Por: Alpha y omega
Antes de la creación, del nacimiento de los seres de luz y sus legiones. El creador hizo aparecer unos seres para que contemplaran su obra y testificaran sus maravillas y prodigios —alguien debía apreciar el alcance de su poder—. Ordenó que nacieran unos entes que serían vigías y observadores, —su estirpe los Lords y los Enoughs—. Les hizo por infinidad. Siendo únicamente cinco los de más alta jerarquía. Ellos no tendrían injerencia alguna sobre los seres que a la postre serían el centro y objeto de su creación. Sólo como vigilantes contemplarían la belleza y majestuosidad de lo creado. No tendrían prioridad sobre los demás, ni poder divino o místico, mucho menos angelical. Únicamente podrían observar y vigilar; serian ojos del Alpha y el omega, sin interferir, para eso serían otros seres. Ellos estuvieron antes de todo, del tiempo. Antes de la separación de la luz de las tinieblas y que especie alguna pisase lo que se le nombraría tierra.
Un día los lords y los enoughs comentaron a Dios que se necesitarían seres divinos y celestiales para cuidar, guiar y proteger a los que vendrían a ser la magia de su plan. Entonces, apareció prestamente una vasija y un cáliz de fuego dentro de ella; introduciendo sus manos para tomar un poco de esa sustancia, “que era el origen de todo,” tomó un poco y al tenerla en sus palmas, acercó éstas a su boca y sopló, esparciendo así las brasas y la divinidad que había en ellas. Formó siete espíritus a los cuales nombró querubines. Ellos, de su misma natura, de su misma eternidad. A uno de ellos dio por nombre Luzbel, a quien se le otorgó por potestad el manejo de la sabiduría, por heredad la belleza; seria el dueño del conocimiento. Otro fue Crommiliel, poseedor de las artes alquimistas, guardián del vino y furor celestial. Su hermano gemelo menor Zadcrudiel, amo y señor de las artes ocultas y místicas; él sería guardián de los gurús y su guía. Abtuyaziel, que tendría el poder de la sanción del alma mediante el estudio y conocimiento del todo. Craduliel, su carisma era el centro de su poder; mediante su sonrisa alejaría toda perplejidad, dueño de las sonrisas sería y de la humildad terrenal. Zadranaliel, que de su boca salían palabras como llamas de fuego. Él sería el consejero conciliador, incisivo y tajante; también dueño de la prudencia. Y Yovniliel que amaba su imagen; presumía cuidadosamente su apariencia; guardián de sus amigos. De él sería la amistad y velaría por ella. Así quedó su nomenclatura y sus carismas. Después de eso, un lord, Abdiziel y dos enoughs Zadmotiel y Gammaliel —de los cinco de alta jerarquía—, los otros dos son: Puglisiel (lord) y Sadjosúlieel (enough). Ellos dos, guardianes y amantes de la literatura, de la escritura, de la correcta expresión. Serian vigías de los escritores y poetas respectivamente. Crearon las letras y las palabras dándoles orden, forma y belleza; su don: escribir. Entonces Abdiziel, Zadmotiel y Gammaliel le comentaron algo a Dios, —al culminar su susurro—, un poco después, en unos instantes, de los confines de ése espacio —aún no se creaba el universo—.de los recónditos, distantes y misteriosos lares, estirando sus extremidades ”el todo” alcanzando lo más lejano del infinito y de la luz que se difuminaba a lo lejos, tomó una parte de ella y exclamó ¡vengan ante mí! y aparecieron siete espíritus. Así creó siete seres luminosos más. Al primero lo llamo Miguel, el guardián “Quién como Dios.” Al segundo Raphael “Medicina de Dios.” Al tercero Gabriel “Mensajero de Dios” y así sucesivamente hasta el último, dándoles sus nombres y la estirpe de arcángeles. Al ver eso, maravillados los Querubines, asombrados pero sintiendo celos; el más bello de ellos, la majestuosidad de la creación Luzbel “La estrella de la mañana” molestándose al escuchar el plan que maquinaba el hacedor cuando se lo comunicaba a los lords y los enoughs; “el plan de la creación del hombre”. Comprendieron que tendría un rasgo de divinidad en él; se le entregaría un don bajo potestad del el supremo, el del "libre albedrío". Eso admiró a todos los ya creados. La creación sería para el hombre, —cosa que no asintió Luzbel ni unos cuantos de su natura—. Esto hizo que se revelasen en contra de Dios al argumentar que sería imperfecto el hombre, que ellos merecían más el mundo que estaba por crear, que sería mejor la creación sin ése miserable e insignificante ser que le llamaría como él ya lo había dispuesto. De eso fueron testigos los lords y los enoughs, ellos son los conocedores de ese misterio. Sólo ellos tienen la certeza de lo sucedido en el inicio y antes de él.
A la rebelión de Luzbel, le siguieron sólo Crommiliel y Zadranaliel, de su natura pero de diferente estirpe, los creados después de ellos, algunos de los arcángeles; sólo permanecieron firmes Miguel, Gabriel y Raphael. Al percatarse de eso, inmediatamente creó más seres de diferente naturaleza y nomenclatura para ayudar a Miguel y enviarles fuera de ahí, exiliándolos. En ése instante “El origen” definió lo que era cielo y creó serafines y ángeles, legiones y legiones, no los podría contar —su número incontable—. Y se dio una estrella por cada uno de ellos; les colgaba en el cielo adornándole, para que jamás pasara desapercibido a los que vendrían después. Muchos al instante de su aparición se unían a Luzbel, seguían a los rebeldes, “tres cuartas partes de las estrellas del cielo fueron barridas por su cola.”. Así se originó la guerra celestial. Miguel y sus legiones lucharon en contra de los rebeldes por mandato del creador. Éste le entregó la espada de la justicia al “ser de luz" para que, con sus alas la llevara lo más alto del cielo y arrancó “la estrella de la mañana”. Después le pondría en el cenit para que únicamente la viesen los hombres y le contemplaran. Entonces fue cuando creó el día y la noche, separando la oscuridad de la luz, y les ubicó a cada uno en su sitio predestinado; si ya existía el cielo, necesitaba un lugar para los desertores. Entonces creó el abismo y los infiernos. Empujándoles Miguel y sus compañeros, los llevaron hasta ahí y los aprisionaron, ése sería su castigo eterno por revelarse contra él. —Dios le dijo: — “Eras el más bello y perfecto, ¡pero te levantaste en mi contra! vi que en tu belleza hay maldad, por eso serás la estrella ésa, la de la mañana, que se verá esplendorosa; la más bella, así como tú, grande tan grande como tú será, pero sólo al amanecer se le apreciará.”
Les dijo a los lords y a los Enoughs: “Esa estrella será el símbolo de esta traición y ella recordará a la generación venidera la rebelión de estos seres”. –Hoy siempre se le ve al amanecer desde todo los puntos cardinales de lo que ya ahora es denominado como el mundo. Los Lords y los enoughs presenciaron eso, apreciaron la magnificencia de la creación. Ellos estuvieron presentes cuando se formó la tierra, vieron como del barro nació el primer hombre, nombrado Adán, y a la primera mujer, Lilith. Testificaron cómo no quiso subyugarse a lo que decía ella, era injusto. “Creaste al hombre a tu imagen y semejanza ¡para qué señoree a todos los seres!” Eso no le pareció y abandonó el edén, Lo registraron los ojos del señor, sus escribas. Vieron ellos, como al estar solo Adán, abandonado por su primer mujer. “El todo” le envió un profundo sueño, entonces, con un soplo sacó de él a una mujer a la que nombro Eva, la hizo de su cuerpo, de una costilla del lado del corazón, para que el hombre la amase y estuviese en él siempre; por debajo del brazo para que le protegiese, de su costado para que esté día y noche ahí a un lado de él, no detrás ni delante. No le sacó de una pierna, para que no estuviese por debajo de él y la pisare, no le formó de su cabeza para que tampoco ella estuviese por encima de él. Sería su amada, su compañera, su igual. Esto sucedió en el edén. Lords y Enoughs fueron testigos.
Ése paraíso hoy en día se conoce como la ribera de Chápala, donde la luna se une en un ritual mágico a ese maravilloso y enigmático lago. Donde el sol brilla más y se aprecia y siente el amor de Dios al contemplar sus bellos atardeceres. Estar aquí es poesía, se aprecia perfectamente el arte de la creación, donde se siente el toque divino al escuchar el oleaje del hechizante lago que embruja y enamora con tan sólo contemplarle. Transmite una inmensa tranquilidad al sentir el rose de su brisa con la piel. Aquí se aprecia espectacular “la estrella de la mañana” el símbolo del poder de Dios. Pero su majestuosidad se percibe únicamente con estar aquí y pasear por el malecón de Chapala. A veces se les puede ver a los lords y los enoughs paseando, contemplando la magia del lugar, —para eso fueron creados— para contemplar, para observar. Es una extensión del cielo, Los seres divinos ocasionalmente vienen a disfrutar de sus aguas, de su clima, de su belleza sublime.
Acontece en Chápala donde un intervalo de tiempo es eternidad y una parte del cielo es ya parte de este lugar. Una estrella fugaz cae al lago a calmar su ímpetu y regocijarse en las aguas de la tranquilidad. Aquí en la ribera de Chápala se encontró en la profundidad de su lago un pergamino con el primer mandamiento, uno antes de los diez conocidos; éste, es: “Disfrutar la vida cada amanecer, sonreír cada ocaso, o al anochecer; disfrutar de la magia de las estrellas, y a toda adversidad afrontarle con una sonrisa. Así se sobrellevará toda tristeza y será sanada al igual que el dolor sólo porqué desde antes existió Chápala.”
Anairam salió un día de su ciudad “la tierra del smog”. Donde la gente esconde su desconsuelo detrás de mascaras de hipocresía. Ahí donde no existe cordialidad y se ha perdido la confianza y la amabilidad. Ella, un tanto desolada por lo frío de ese lugar, —podría decirse en tinieblas—, en penumbra su alma; invadida por una tristeza sin igual, —¡jamás existió dolor similar sobre la faz de la tierra!—. Ella que fue inspiración de Dios era observada por los Lords y los Enoughs constantemente. Aún estaba latente y podía sentirse el dolor que le ocasionaba la reciente pérdida de sus padres. Sus ojos, primorosos. Su mirada reflejaba ese rastro de dolor que se distinguía en su rostro angelical como nunca antes hubo uno igual. Esa belleza llamaba la atención de los vigías y centinelas. Era vista más que cualquiera, particularmente por Xela, un Enough aparte de los otros 5 de rango. Comentaban entre ellos, que quizás se trataba de un ángel, porque ni en el gran comienzo apreciaron belleza de esa natura. ¡Es un ángel que encarnó! —Exclamaban—.
–—Nosotros sólo recordamos gracia tal en el primero de la creación, el que fue después de nosotros. Su tristeza se debe al paso por una vida mortal y estar rodeada de tanta vanidad, frivolidad y superficialidad al no conocer el edén que está en la ribera del lago de Chápala, sus encantos, su magia, la que entrega su secreto; eso les es conferido únicamente a los que pisan su suelo.
Entonces Abdzidiel refutó.
—¡No es un ángel compañeros vigías! es un ser humano, y les digo que jamás ha existido semejante belleza entre ellos; sus ojos son como la puerta del edén, aunque nunca antes ha estado en él. Pero me desconcierta su desconsuelo, así que yo de una manera especial le observaré día y noche, desde que la estrella de la mañana se esconde y le sustituye el astro rey después de su ocaso nocturnal, seguido por el encanto de la luna con su hechizo y promesa de ser siempre más esplendorosa en Chápala, donde hizo su pacto de amor con los mortales; siempre acompañada de las estrellas que nos recuerdan a los ángeles, guardianes de estos seres tan especiales. No se encuentra indicio alguno de belleza como la que posee Anairam, miren como diariamente sale la luna y de vez en vez acaricia su piel con arrumacos de sus rayos plateados y luminosos, palidece y pierde su brillo ante la belleza de Anairam; ni con la reina de Egipto de hace siglos le vimos opacarse y ruborizarse en tal magnitud. Se puede escuchar como el viento trata de consolarla susurrándole grácilmente al oído: “No llores, no hay porque estar triste, tú eres un ángel Anairam, hay quienes siempre están a tu lado, debes sonreír, porque en tu sonrisa está el secreto de la vida, en ella posees las llaves del mundo y el de más allá; ríe, canta, grita, goza. Anairam ve a Chápala. Pero ella no entiende el murmullo del viento, éste llega sucio, turbio y cansado hasta ella por la contaminación de su ciudad. Entonces, un buen día, Xela le dijo al creador,
—Señor permíteme interferir, sólo para que vaya a Chapala. Así al contemplar su esplendor volverá a sonreír de nuevo y así portará su belleza con alegría y jubilo.
Respondiéndole Dios: “Cierto que es muy bella y no tiene comparación su hermosura y nadie la ha tenido, es muy valido tu argumento. Pero recuerda no puedes interferir, desde el origen es tu natura, ése es un principio inquebrantable. Lo que sí puedo hacer es entrar en su corazón y depositar en él, el deseo de ir al lago donde sanan todas las tristezas y así vuelva a creer en el amor. Por su belleza.”
Sucede que un día, así sin más, Anairam sintió ese deseo incontrolable e impaciente de ir al lago, de alejarse del estrés de la selva pavimentada, asfáltica. Cansada de sus edificios, olores, sonidos, matices y sus formas ¡Qué decir de la contaminación!. Entonces, decidió darse un descanso y apartarse un poco de ahí. “Quizás en un viaje pueda subsanar esa tristeza y me encuentre, y así logre mitigar este dolor” —se dijo a sí misma —¡Está decidido! —Exclamó Anairam —. “Me han comentado que es precioso ese lugar, cálido, acogedor, placentero, idílico y que todo ahí posee magia. ¿Por qué no? La soledad que siento aquí jamás me abandonará; además vale la pena conocerle y estar rodeada del encanto y magia del lugar. Dicen que es el paraíso; Iré, ¡Mañana mismo voy!”.
A la mañana siguiente, rápidamente hizo su maleta, unas llamadas por teléfono, desayunó ligeramente y terminando sus hot-cakes con un vaso de leche; salió de su casa. —No le decía hogar—. Subió a su vehículo y emprendió el viaje. Manejó, viendo sólo asfalto y conversando consigo misma de nuevo, –cosa que a menudo recurría; – conducir y escuchar música. “Héroes del silencio” —era su grupo preferido—. Prendió la radio, la primera canción que sonó fue la chispa adecuada Abdiziel y Xela comentaron entre ellos: “¿Sabrá Anairam que ella es la chispa adecuada?” “No lo creo” —dijo Abdzidiel a Xela—. Éste sólo contemplaba la belleza de Anairam y disfrutaba de la música —era la preferida de él también—. Así recorrió kilómetros, tramos largos de asfalto, visualizando sólo una estrecha carretera. Por su mente pasaban imágenes de cómo sería ése paraíso al que se dirigía. ¿Cómo será Chapala? —Se preguntaba—. Siguió avanzando. Ya habían pasado 2 horas desde su salida. Canciones y canciones, mil imágenes por su mente, y recuerdos, muchos recuerdos, sonó bendecida. —En ése instante dijo Abzidiel: —“En verdad eres bendecida mujer pero tú no lo sabes aún, o parece que lo olvidaste. Eres tú la chispa adecuada ¡Recuérdalo! Con sólo ver el brillo de tus ojos, tu rostro como de ángel puedo comprenderlo.” Xela admiraba, contemplaba y observaba la belleza de Anairam al mismo tiempo que escuchaba oración, nuestros nombres, y para siempre. Él, pensaba entre canción y canción “¿Por qué este ser tan bello, noble y puro, sufre? ¿Por qué es infeliz? Si su sonrisa es la felicidad. ¡Ya decidí algo! Cuando llegue Anairam a Chapala hablaré con Dios”.
Después de casi diez horas y unas paradas muy cortas, sólo para cargar combustible, comprar una que otra coca-cola, hot-dogs o hamburguesas y sus "Marlboro lights" no podían faltar. Viajando sola y conduciendo horas le hacía prender un cigarro tras otro y, desesperaba ya por llegar. Cambió el disco compacto y puso uno de Bunbury: la primera canción que se escucho fue sácame de aquí, canción que a Xela le hizo recordar que debía hablar algo con Dios. –Abdiziel sólo observo. –Llegó Anairam a Chápala y su primer escala antes de conseguir hotel, fue llegar directamente al malecón, quería comprobar con sus ojos, si era cierto lo que escuchó acerca de ése lugar, ¡Es el paraíso! —Exclamó—.
Había plenilunio. Al llegar ahí y poder contemplar el lago postrado ante la mágica luna, apreció como se funden en uno solo, en un ritual de amor hechizante, eterno, sublime. Al ver eso sus maravillosos ojos se nublaron —algo incomprensible ya qué la tristeza la había abandonado. —Derramó un par de lágrimas y dijo: “¡Es verdad, esto es mágico, bello! ¡Estoy en el paraíso! puedo sentirlo cuando la brisa choca contra mi rostro, lo percibo en la tranquilidad que siento, es como si el viento me entrega a susurros sus secretos.”
Sus ojos se llenaron de brillo y comentó: “Aquí ocurrió todo, ¡qué belleza tan sublime, no quiero apartarme de aquí!” Sonrió, quedó así por espacio de una hora, disfrutando. Los lords y los enoughs alegremente comentaban entre ellos “¡qué felicidad verle sonreír, cuanta belleza posee en su mirar que poder existe! Y en su sonrisa aún más”. —Dijo Abzidiel—.”Sí, de verle así podría asegurar que un ángel bajó al paraíso y está en el lago de Chapala, ¡Vean! está ahí, sentada en el malecón, tan esplendorosa como dice la canción que escuchó al salir... No se distinguir lo complicado de lo simple. Sé que es mortal pero parece un ángel. Sí la confundiría, si no fuera porque lo sé.” Al ver eso Xela en un instante se alegró y le dijo al señor. “Dios, mi creador he venido ante ti a pedirte me concedas un deseo, y me otorgues un paso fugaz en la tierra, que me des un cuerpo. Quiero ser mortal, un humano como todos con una vida terrenal. Sé qué sólo soy un vigía y estoy para contemplar, que para eso fui creado. Sé qué es mucho lo que pido, pero tú conoces mi pensar y mi proceder. Esa mujer tiene un encanto como jamás vi anteriormente. Tú me creaste, sabes todo respecto a mí, me he perdido en su mirar. Por un tiempo concédeme no ser vigía, un espectador quiero ser, un actor de esa película como los mortales llaman a la vida. Permítemelo señor por favor.” “Está bien Xela —dijo Dios. —Has sido buen vigía, siempre fiel a mi servicio, ¿Cómo negártelo a ti? Pero sabes los riesgos y las reglas, no puedes revelar nada de lo que aquí es, lo que acontece en el cielo. Sólo te es permitido contar acerca de lo sucedido en la tierra. Respecto a ello podéis contar lo que os plazca. Al ocultarse la estrella de la mañana, sobre el lago de la vida, ahí en Chapala tú bajarás; allí donde se encuentra ella, humano serás.” “Gracias mi Dios” —Dijo contento Xela—.
—No quiero verle sufrir ni llorar, hacedle feliz porque esa sonrisa es de mis favoritas. Al culminar tu paso terrenal nos veremos aquí y si fueron buenas tus obras, de nuevo vigía seréis.
—Está bien, yo la haré feliz ¡lo prometo! Tú sabes que mi intensión es esa y desposarle. Quiero que sea mi mujer, porque sin haberle tocado nunca jamás, sin haberle mirado con ojos mortales, sin ver su sonrisa o escuchar su dulce y melodiosa voz como mortal ¡Ya le amo!
Cuando ocurría esa conversación divina, Anairam, tranquila, feliz, dibujando su sonrisa, se dispuso a partir del malecón para buscar un lugar donde hospedarse. No quería irse de ahí, pero no tenía aún lugar para descansar de su largo viaje.
—Regresaré después de descansar, aquí veré el amanecer. —Se dijo—.
—Qué realidad tan linda, es mágico, qué tranquilidad. ¡Estoy en el paraíso!
Anairam no imaginaba lo que pasaría al amanecer. Se dirigió a su vehículo, le abordó lo encendió, arrancó y tomó por el boulevard del malecón. Después de cinco minutos conduciendo, en la acera del lado derecho vio un letrero en una marquesina que estaba entre dos arcos, que decía:
“Hostal cielito lindo. ¡Bienvenidos al paraíso! Chápala. Lugar mágico, donde los sueños se vuelven realidad y la luna regala hechizos de amor. En las aguas del lago está la felicidad. Es un pedacito de cielo.”
Anairam, al leer la luna regala hechizos de amor, pensó: ¡Qué tentador! Pero cómo regalarme uno a mí si ni compañía tengo, estoy solita, aunque ya me siento feliz aquí, ¡Aquí me quedaré! Se estacionó y antes de apagar la radio, esperó a que se terminara la canción que tocaba y le inicio de nuevo. “Hechizo”. —Su letra le dejó pensando—. Bajó de su vehículo, habiéndole dejado un tanto mal estacionado, pero no importaba, ya estaba en el paraíso. Ingresó al hostal, se dispuso a registrarse y en ése instante sintió la calidez que preponderaba en el lugar. Muy amablemente le atendieron y el trato fue excepcional. Sus ojos conquistaban al por mayor; su rostro ni hablar, era el de un ángel.
La recepcionista muy cortésmente se presentó. –Su nombre Valeria. –Le preguntó cuánto tiempo tenía planeado hospedarse. —Respondiendo Anairam—
—No lo sé, veo que estoy en el centro del universo. Quizás me quede una semana, un mes, o por qué no, toda la vida. Al leer el letrero vi que decía:
“Bienvenidos a Chapala, donde los sueños se vuelven realidad y la luna regala hechizos de amor”.
Será posible que encuentre a mi ángel, a mi amore. —Dijo sonriendo Anairam—.
—Contestando la agradable Valeria—
—No lo dudes, aquí todo puede pasar y quizás, sólo quizás. –Reafirmó- Al amanecer, el lago de la vida te entregue tu sueño… Pero, jamás había escuchado que un ángel busque a otro, tu rostro es divino, angelical, pero suena lógico. Te daré la veinticuatro ¿te parece bien?
—Perfecto, ya deseo descansar; quiero ver el amanecer en el malecón.
—OK. ¡Qué descanses! La habitación está al final del pasillo del segundo piso, esas son las escaleras ¡Ah! por cierto su balcón tiene vista al lago.
—¡Genial! me parece estupendo.
Así se dispuso a ir a su cuarto y descansar. Subió las escaleras, avanzó en el pasillo pensando veinticuatro, veinticuatro; bueno veinticuatro horas tiene el día “buen augurio” quizás sea una señal promisoria. Llegó hasta la puerta marcada con el número que coincidía con el de su llave, la introdujo en la cerradura y abrió. Lo primero que apreció fue un ventanal que daba a un balcón. Se dirigió hasta él y cuando dirigió su mirada hacía el frente… quedó admirada por la hermosura de ése lienzo que dibujaba el eterno. El lago enigmático cobijado por la mágica luna menguante, uniéndose en uno solo. ¡Qué precioso! —Dijo entre dientes— contempló esa magia que le invadió en un embrujo de pasividad. En unos instantes se dispondría a descansar. Regresó a la habitación, cerró la puerta y observó. Le encantó el estilo rustico, ése toque pintoresco complementado con los colores alegres de las paredes que es característico del lugar Le encantaron los cuadros, pero sobretodo un mural que había por cabecera de la cama, dicha obra artística que plasmó meses atrás un muy conocido y querido pintor ribereño. Le cautivó, éste, le indujo a descansar. Se tiró sobre la cama sin des-tender siquiera las sábanas. Sacó el celular de su bolso, programó la alarma a las 5:15 a.m. No quería perderse su primer amanecer en la ribera. Quedó profundamente perdida en un sueño por demás tranquilo. Hace mucho tiempo que no dormía así, con una sonrisa —creo que la última vez fue cuando su madre le daba un beso de buenas noches, le persignaba y decían una plegaria—.
Suena el despertador 5:15 a.m. sonriente Anairam abre los ojos y enciende su celular que reproducía mp3 y pone la canción deshacer el mundo “Empezar porque sí y acabar no sé cuando”… esa estrofa la motiva, se desviste rápidamente, va al baño y toma una ducha con el agua termal que es otra característica del lugar, al terminar la canción cierra la llave y deja de fluir el agua, ese liquido que parece le regresó la alegría. Prestamente seca su cabellera, toma ropa deportiva, tenis “converse negros” una gorra, sus lentes no podían faltar, van muy bien con sus shorts de mezclilla y su playera negra con el anagrama del grupo que tanto admira “Héroes del silencio”. Suena otra canción en su celular “El estanque" que le motiva aún más, sale al balcón observa y aprecia asombrada la estrella de la mañana que le hace pensar...
—¿Por qué tú que eres la más bella no brillas junto con las demás al anochecer, y procuras resplandecer siempre hasta después? cuando la noche es más intensa, ¿por qué ahí, solita? Así como me sentía yo, pero tú imponente, ¿Cuál es la razón? ¿Qué motivo hay? ¿Quién te puso ahí y te ordenó que brillases hasta el final de la nocturnidad?
Así con ése pensamiento abandonó la número 24 y se dijo:
“¡Carpe diem Anairam! No queremos perder el amanecer.”
Bajó las escaleras, pasó por la recepción y dijo buen día, pero no había nadie, ella ni se percato. Era tanta su prisa… No quería perderse ése amanecer tan anhelado. Salió del hostal, tomó sus llaves, abrió su liberty color negro, le encendió, puso reversa; pero antes de arrancar prendió la radio y buscó una canción. Al encontrarle subió el nivel de audio al máximo y se escuchó ¡Rueda fortuna! Puso el vehículo en marcha y exactamente al terminar la canción estaba ya en el malecón. Habiéndose estacionado, se bajó del vehículo y comenzó a caminar. —Como era de esperarse escuchando música en su celular—. Poco antes de llegar al kiosco en el final del malecón donde se aprecia el obelisco de la ribera, iba cantando.
–—Mátame con el impulso de tu risa… y arranca mi mascara de tragedia.
Al llegar al final del recorrido estaba sentado un joven muy bien parecido y él comenzó a cantar esa estrofa, pero dijo después…
—“Mátame con el sonido de tu risa que en ella está el secreto del mundo” sólo hace falta que suene aquí y se una a la magia de la luna que se pierde en el lago. Y no tienes mascara de tragedia niña. Yo diría un rostro divino.
Anairam, quedó muy sorprendida al encontrarle ahí, creía que sería la única persona contemplando ese amanecer. Impactada por sus eternos ojos negros, se perdió en ellos un instante y sintió que a ese joven le conocía de antaño.
Él contestó:
—Mi nombre es Xela ¡muy buen día! mucho gusto. Qué verdad hay en lo que se dice de la ribera ¡En realidad bajan los ángeles al lago! Para contemplar su enigmática majestuosidad y belleza sublime.
Ella, reaccionando respondió, pero sin apartar su mirada de eso ojos negros que la electrizaban.
—Soy Anairam mucho gusto, el placer es mío. Eres la primera persona que conozco por acá y también la que nunca imaginé encontrar. Al escucharte y verte sentí que ya te conocía. ¿Cómo dices qué te llamas?
Xela, —respondió—, y le preguntó: “¿Si ella también venia a ver el amanecer?”
–—Sí, claro, vine desde muy lejos; movida por una fuerza superior que no podría explicar… no, no me hagas caso es una locura.
–—No, ángel ¿Anairam es tu nombre verdad? A veces lo que más loco parece es lo que puede dejarnos una enseñanza, trayéndonos la cordura a nuestra mente, pero sobretodo a nuestra existencia. ¡Loco! Si yo te contase lo que he visto, lo que tuve que hacer para estar en este sitio conversando contigo. En ocasiones en la misma locura encontramos la cordura y un sentido a nuestra vida, cualquiera que sea nuestro origen. Así como la estrella aquella, llamada la de la mañana, la más brillante, la que anuncia que ya va a amanecer; su origen sólo pocos lo saben.
Interrumpió Anairam.
—Qué curioso, hace escasos 20 minutos le contemplaba y divagaba acerca de quién le dispuso su natura y hasta le ordenó cuando debía de brillar, ¿Por qué la más bella?
—Anairam, sólo podré decir que es un símbolo celestial, es un recordatorio de algo sucedido hace mucho, mucho tiempo. Dios fue quién le colgó en el cielo y le dijo: “Brillarás después de las demás, que son tus hermanas. Pero tú eres la más hermosa, resplandece después de ellas, para que no las opaques con tu fulgor y majestuosidad, para que así, se les admire a todas ellas juntas, pero tu fastuosidad se impondrá.” Luz Bella es su nombre. ¿Sabes Anairam? Su intensidad disminuye con tu presencia, debería brillar más. Su belleza palidece porque la tuya le opaca. Es lo que te puedo decir. Que quien la creó perfecta y le puso ahí, en el cielo; también se maravilla con tu hermosura. La estrella ésa, sí es linda, ¡pero tú eres preciosa! En tus ojos hay tantos misterios, que ni tú puedes comprender. Con certeza puedo decirte que sobre la faz de la tierra jamás hubo belleza semejante a la tuya, ni ojos que simplemente al mirarles te lleven al cielo, o quizás, de estar en él, al verlos se quiera venir a la tierra y ser un mortal. —Dijo en un tono mofante—.
—Eso no puedes tú saberlo, jajá que cosas dices Xela.
—Sé porque lo digo
—No importa, simplemente sé que estoy feliz, tranquila; siento como si te hubiese visto antes, tu voz ya la conocía, pero no recuerdo de dónde, o cómo, o cuándo la escuché. ¿Por qué siento esto?
—¿Y si te dijese que siempre he estado a tu lado, que siempre te vi y hasta tus lágrimas he secado?
—No lo creo... ¡Pero tampoco lo dudo! Esto que siento en este momento ¡me encanta! Estar contemplando el amanecer, conocerte, conversar contigo, escuchar mis canciones que te gustan también. ¿Puedes imaginar como estoy disfrutando este momento? ¿Cómo te estoy disfrutando? ¿Crees en el destino?
—Creo que uno mismo es quien lo edifica, esa es la razón de la estrella aquella, es la causa de que estemos los dos aquí, ahora. Pero te diré que desde antes que esto pasara ya estuvo permitido. Yo, al igual que tú, he venido desde muy lejos sólo para conocerte.
—En verdad te creo, porque lo siento en mi corazón, mi alma está sana. Es verdad lo que se comenta de este lugar, el lago hace realidad los sueños y la luna entrega hechizos de amor; mira, aún se le puede apreciar y también los últimos destellos del astro matinal de este día. Sabes, esto era un sueño, estar aquí contigo Xela; perderme en tus eternos ojos negros, sentir esto qué siento, ver este amanecer juntos ¡Gracias a Dios que nos permitió coincidir! —Recalcó—.
—Esto sólo podía pasar aquí en Chápala, con la magia y encanto de su lago. Jamás voy a partir de este lugar. Quédate conmigo siempre; eres tú a quien necesitaba conocer. Sabía que aquí te encontraría; no sé cómo, pero simplemente ya lo sabía.
Se tomaron de la mano, vieron como salía el astro rey, se fundieron en un abrazo, besándose largamente. Después pasearon por el malecón, por la playa del lago y por toda la ribera; jamás salen de ahí. Nunca se separan, es su pacto. De ello fueron testigos los lords y los enoughs. La estrella de la mañana lo presenció junto con sus hermanas. La luna lanzó su hechizo y el lago fue cómplice, cumplió su sueño y es su amigo por la eternidad.
Esto sucedió hace poco en la ribera de Chapala y volverá a suceder infinidad de veces.
Alejandro Ornelas
Copyrigth © 2009
Bella historia de amor Alejandro. Has tejido con partes de diferentes tradiciones y misterios un relato que tiene la magia que le adjudicas a Chapala. No conozco ese lugar, idílico y magico ha de ser, puesto que aun sin conocerlo lo evoco como en un ensueño, solamente por la referencia que conocía hasta ahora de él, es decir la canción de Pepe Guizar. Este bellísimo texto, especie de leyenda me parece confirmar aquello de que: "Chapala es un rinconcito de amor donde las almas pueden hablarce de tu con Dios..." y me empieza a explicar el por qué el encanto que me provoca ese sitio aun sin haberlo visitado. *****Seguiré leyéndote. Sagitarion.
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