acariciábamos el cabello de la noche en ese momento. Cuando desde nuestros cuartos,
pensantes, melancólicos, vomitados y sucios ,lo escuchábamos gritar para saciar su sed
de deprimente mediocridad que oscurecía su cuerpo cicatrizado de heridas
encerradas en los callejones de su alma. SON UNOS MUGRIENTOS DE MIERDA-escuchábamos que gritaba.
VILLEROS-nos decía. VAN A MORIR ENTRE LA MUGRE, RATAS-vociferaba.
Y por ultimo, para terminar su diario show particular que tanto amaba.
Nos escupía con voz arrogante.
LOS VOI A HECHAR A TODOS A LA MIERDA-cerrando así, el telón de su función amada.
Apagando las luces de esta cárcel de inmigrantes sin condena ,y yéndose a dormir lleno y sumamente satisfecho.
Viví ahí casi tres años ,y siempre fue igual. La tristeza negra de esas paredes, los ecos borrachos de los escalones nocturnos, el lamento sin voz de los ojos tristes de cada viajero de turno, y por supuesto el, personaje incansable que acude a mi cabeza, que lo transforman en poesía, cuento o simplemente un personaje recordado, el cual destruirá mis noches de tranquilidad y quietud los llevara así, simplemente a esa pensión de gritos inaudibles, drogados y hambrientos de nuestro viejo y infeliz carcelero privado
|