Un festival de hormonas entre pocos vestidos,
Suprimen la realidad, juegan al olvido,
Suspendidas por las expectativas
Oscilan las pasiones,
Promulgan la lujuria, rompen el silencio.
La caridad de sus caricias, de besos promiscuos,
Encienden el fuego eterno del juego finito;
Sus vidas pasan entretejidas por el sudor,
La avaricia de su carne se suspende en el tiempo.
Manos de hombres hambrientos,
Camisas de olores fugaces,
Piel áspera de los años,
Hombres jóvenes, aventureros,
Consagran su amor a las sabanas sucias,
Y las penas de la vida se hacen noche.
El intercambio de cansancio,
De jugos extraídos de nuestras profundidades,
Del dinero del sistema,
De sus hambrientos hijos,
Del amor sin redención,
De lo mal visto por la hipocresía de la sociedad,
De sexo y pasión lujuriosa.
Unas caricias de profesión,
Reparten a los desahuciados por el olvido,
Sumergen a los hombres
En mares de sangre,
Conquistan la santidad
En la muerte de los vírgenes,
Inspiran a palabras
De quienes el amor se hace cuerpo y labios.
El miedo se hace humo
En el silencio de su vida,
Compartiendo besos en labios secos,
Y Corren en sus ríos de lágrimas
Los pasados malditos.
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