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Inicio / Cuenteros Locales / romares85 / EL HIJO DE OBATALA

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Esta historia me la contaron hace mucho tiempo, resulta que en uno de mis trabajos periodísticos visité un caserio cercano a Trinidad, en Cuba y allí conocí a un babalawo muy milagroso, todos decían que era hijo de Obatalá. El vivía en el monte, en un bohío, y evitaba la luz del sol. Hasta allí fui a conocerlo. Era blanco muy blanco con ojos azules. Era albino ( enfermedad congénita de la piel). Mateo, que así se llamaba este babalawo fue muy atento conmigo y en su casa tenía un altar dedicado a Obatalá, ( Virgen de la Merced en el catolisismo) Obatalá es el Dios de la pureza y la moral en la religión Yoruba. Tenía Mateo también imágenes de numerosos santos católicos y la foto de un cura colgada en la pared. Mateo me dijo que ese cura lo crió como a un hijo. . El hombre que me llevó a conocerlo me contó la historia de Mateo, me dijo, que él solo la conocía porque su madre de nombre Tomasa se la contó y así me la contó él:

Maria Dolores, comadrona de oficio y santera de profesión se había acostado tarde, sentía miedo, el sudor le corría por su cuerpo.

Le había rezado a Shangó, había invocado a Obatalá, porque ella era hija de Obatalá, y a pesar del intenso frio que hacía ese 28 de Febrero de 1944 en el poblado de Banaguises, Provincia de Matanzas en Cuba., sudaba, y sudaba y temblaba sin saber por qué, ella nunca sintió miedo ante el lenguaje de Shangó, Dios del trueno y la guerra, pero esta vez se estremecía cada vez que los truenos retumbaban en la humilde casita donde vivía, solamente acompañada de sus santos y de sus recuerdos.

No era normal que un dia de intenso frio lloviera y tronara, no,… eran mensajes de sus orichas, mensajes que ella a pesar de su experiencia no llegaba a interpretar.

Cuatro golpes en la puerta la hicieron levantarse con agilidad de la cama a pesar de sus 66 años, abrió y vió al negro Carmelo, iluminado por la luz de un rayo y parado en el umbral de la puerta parecía una aparición macabra, empapado , sin capa y sin abrigo. Negro, negro retinto. Carmelo Rodríguez uno de sus ahijados y tenía fama de ser un hombre bravo cuya verdadera historia solo ella conocía por ser su madrina espiritual.

Porque Carmelo no había nacido en la zona, ..no..., Carmelo era habanero, un negro habanero que había sido estibador en el muelle de Caballería en el Puerto de La Habana, en la época en que las plazas de estibadores solo se le vendían a los blancos y estos contrataban a los negros para cargar azúcar y descargar granos y le pagaban a cinco centavos la hora. Y fue allí en el muelle cuando el capataz Jovito quizo botar al negro Jaramillo porque al encontrarse enfermo ese dia no pudo cargar los sacos de azúcar y cuando Jaramillo en el suelo le pidió clemencia, el capataz Jovito lo pateó en el suelo, y fue entonces que Carmelo saltó y le dijo a Jovito:

*

Déjalo tranquilo, yo hago su trabajo.. y tu le pagas a él.-

Jovito se rió de Carmelo… y eso no lo puede permitir un abakuá, un ñañigo..

No hubo palabras de por medio. Con la mano abierta, para ofender, el negro Carmelo golpeó una sola vez, como se golpea a una puta o a un cobarde, y el capataz cayo de rodillas por el impacto.

Jovito, con el labio roto, sangrando se puso de pie, miró a su alrededor y vió todo un grupo de hombres serios, muy serios, semidesnudos y sudorosos, negros en su casi totalidad, porque habían dos o tres blancos, que eran galleguitos jóvenes, "sobrín", como le llamaban los españoles a los sobrinos traídos de España para explotarlos en la Isla.

Todos esperaban el desenlace, ..si Jovito, el capataz, no actuaba rápido, jamás , nunca más, podría mandar a uno de esos hombres.

Jovito lo comprendió rápido, e intentó extraer el revolver 45 que siempre portaba en la cintura. Su mano se desplazó hasta la culata del arma, pero ya no sintió nada mas. Cayó desplomado. El cuchillo de Carmelo había penetrado en su pecho. Seis filosas pulgadas de las doce que medía el acero cortaron la carne, las costillas y el corazón del capataz.

Carmelo, ayudado por sus hermanos abakuás, logró escapar de la justicia y se refugió en la ciudad de Cárdenas, a 177 Km de La Habana, allí comenzó rapidamente a trabajar en el puerto.

Y trabajó por un año hasta que fue identificado por un marino mercante perteneciente a la flota de cabotaje y otra vez tuvo que huir, pero esta vez sus amigos de la hermandad lo llevaron lejos del mar, a un pequeño poblado cercano a un ingenio, lo llevaron a Banaguises y lo pusieron en manos de Ortelio, que era babalawo y esposo de la Maria Dolores, mas conocida por Ma Dolores comadrona de oficio, y que una vez viuda, fue ungida por los orichas para continuar la labor de su esposo.

Así Carmelo comenzó a trabajar en el Central Azucarero, primero cortador de caña, luego carretero, después en el tanden . Allí en el Batey conoció a Jacinta, negra descendiente de la dotación de esclavos del ingenio.

Jacinta era dulce, cariñosa, aunque algo fea de cara, se caracterizaba por su buen corazón y por su grandes glúteos . Además era una gran bailadora y casi siempre servía de caballo a los espíritus cuando estos eran invocados en las festividades religiosas.

Con Jacinta, Carmelo tuvo tres hijos y estaba esperando el cuarto.

Fue en esta época y trabajando ya en el ingenio que Carmelo conoció de las actividades sindicalistas de Aracelio Iglesias y del trabajo que realizaba en los muelles por la redención de los trabajadores portuarios y supo de Jesús Menéndez y de la fundación de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros. ( FENETA). Fue entonces que Carmelo se convirtió en un apasionado de las actividades sindicales y de las reivindicaciones obreras. Tuvo enfrentamientos con la Guardia Rural, su nombre fue conocido en la zona y además de santero y abakuá, fue un miembro activo en el Central Alava del Partido Socialista Popular.

Y… bajo una tormenta de rayos y copiosa lluvia, temblando de frío, llegaron Carmelo y Ma Dolores, uno a caballo, y la otra en mula a la casita de madera techada en guano que servía de hogar a Carmelo y Jacinta,..y… eran ya las dos de la madrugada del 29 de Febrero de 1944.

A Jacinta se le adelantó el parto, no podía parir, el niño venía “atravesao” como dicen las comadronas expertas. Y Ma Dolores lo era, le bastaron pocos minutos para extraer la criatura, los gritos de dolor de la parturienta cesaron. Pero… sorpresa el niño no lloró,

El niño, se rió, con una carcajada fuerte que inundó el pequeño recinto.

Ma Dolores lo limpio y se persignó, se lo mostró con rostro muy serio a su madre. Tomasa, la vecina se acerco y no pudo aguantar un grito de sorpresa.

*

¡AY Dios mio !, …ten piedad y misericordia…….

Jacinta al ver al niño rompio en sollozos.

Carmelo en la salita del bohío entró apresuradamente al cuarto y miró al niño, solo una vez, aún mojado por la lluvia y sin decir palabras, sacó el machete y de un golpe cercenó la cabeza de su mujer. Fue todo rápido, se viró hacia el recien nacido que había sido depositado en una cesta de mimbre, alzó el brazo y sin titubiar lo descargó con furia sobre el lugar, pero no impactó al pequeño, porque Ma Dolores se había avalanzado sobre la cesta para protegerlo.

El impacto del machete rajó a Ma Dolores desde el hombro hasta la cintura y su sangre envolvio al niño que de esa forma quedaba bautizado con la sangre de una hija de Obatalá.

Al ver a su mujer y a su madrina espiritual muerta de su propia mano, Carmelo corrió al vara en pie,( pequeño bohío a ras de tierra) extrajo una soga y se ahorcó de la guásima centenaria que crecía en su patio y que servía para amarrar los caballos.

Tomasa la vecina, tomó al niño en sus brazos y corrió, corrió hasta muy lejos, hasta la ciudad de Colón, hasta la igesia del Padre Rodrigo. El Padre Rodrigo que miraba al niño mientras escuchaba la historia estaba sorprendido y para sus adentros decía, “ Dios mio es increible, yo no conocí a ese hombre pero todos decían que era comunista y Abakuá…” ..Dios mio, los Abakuá no perdonan y este niño, este niño rubito y de ojos azules que parece un angelito está en peligro de muerte”. Le pondré Mateo y lo cuidaré como un hijo.

Y esa era la historia de Mateo, el Babalawo blanco, ungido por Obatalá, el santero milagroso de los montes de Trinidad, el santero albino que ocasionó sin saberlo una tragedia el dia que vino al mundo. Por la ignorancia de su padre.

Esteban Martin

Cárdenas, Cuba, 1983
http://estebanjuliomartin.blogspot.com

Texto agregado el 08-06-2009, y leído por 196 visitantes. (1 voto)


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