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JUDAS MACABEO



Se me ocurrió el personaje a raíz de la música.
Primero fue la melodía, luego la palabra. y mi taller se llenó de gozo.
Me resulta muy difícil esculpir una talla de un dios. Porque para0 º Leonard Berstein, Judas Macabeo fue un dios, ¿no? ¿Acaso lo dudas?
De no haber sido así Haendel no le hubiera dedicado un oratorio genial.
La madera es noble. En ella queda la señal de los errores, Con ella no cabe equivocarse
Debo en principio elegir su
Espíritu. Los materiales de su alma le dan vida, determinan su personalidad. ¿Ébano?, ¿Haya?, ¿Cedro?, ¿Nogal?, ¿Caoba? ¿Arce rosado?
¿Ébano? ¿Cerezo?
Sí, ni Judas tendrá el alma de cerezo. Supongo que Haendel a cada caricia de su ingenio escucharía una nota musical, no como yo, que a cada golpe de mi gubia solo le arranco un gemido.
Mi ansia de creación es frenética. Primero debo esculpir su cuerpo, su dolor. Luego, su armadura. Su defensa Y a base de lamentos la vida va tomando forma. Son golpes acompasados, de distinta in¬tensidad, como las vivencias. Lo más difícil es cincelar su corazón hebreo, está extendido por toda su alma.
Soy humano. No tengo herramientas para esculpir a un ser inmortal, divino, perfecto. Me asalta la frustración, pero la obra crece. Se ve el resplandor. Se acerca el cenit de la creación. Y sigo.
Los ojos, la nariz, la boca, la piel y las orejas…
El tacto la voz y la palabra, la música y los perfumes…Las arrugas del rostro, la experiencia. El pelo recogido bajo una co¬rona de laurel…
Sudor… ¿Quién suda?
Los pliegues de la túnica… la espada en la mano derecha en alto, músculos de acero… El brazo izquierdo distendido. El tacto, la voz, y la palabra, la música y los perfumes, y las sandalias en los pies.
Es un dios alto, muy alto, preparado para ver con calma el infi¬nito, Es un dios diseñado con todos los sentidos. Y debe tener también el sentido del placer y la lo¬cura y esos, no se como se escriben, como se quedan reflejados en la piel y en la ma¬dera.
Sí. Sí, Es el brillo. La locura y el placer deben brillar al contemplarlo.
Con el brillo del diablo.
También debe dar la sensación de di¬namismo. Pero sólo la sensación, por si me mata. Me mata la inquietud, tanto como el inmovilismo de los muertos.
Ne¬cesito que tenga vida, movimiento.
Los golpes de martillo siguen so¬nando desiguales, como una melodía.
Son la sinfonía de la creación. Haendel la hubiese compuesto de otra forma. Lo sé.
¿Cómo será su voz, entrecortada como la del gran Moisés? ¿Potente como la de Josué y Salomón? ¿Cómo contestará a mis preguntas?, ¿Cómo resolverá mis dudas de fe?, ¿Para que quiero a un dios?, ¿Será un inquisidor?
Los dioses necesitan a los hombres. De ahí el poder del escultor.
Cuando la última pincelada de su piel, de betún de Judea, termina de secarse, Judas Maca¬beo, sobre su pedestal de cerezo, estrella una mirada azul brillante según mi voluntad, contra mis ojos, y exclama con voz poderosa como la de Josué.
--- ¿Por qué me has condenado a vi¬vir eternamente?


JOSÉ MARÍA GARRIDO DE LA CRUZ
2 de noviembre de2008

Texto agregado el 07-06-2009, y leído por 164 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-06-2009 es totalmente seductor, el texto te va emvolviendo con una secuencia descriptiva y metafórica, maravillosa.. realmente buena la exposición de la duda y la fé y ese simil de pigmalion entre el escultor como dios y la estatua como hombre y viceversa.. mucho contenido nekari
07-06-2009 Me ha resultado extraño tu relato, no entiendo que quisiste decir. tequendama
 
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