Ese día mis pasos me destinaban a la morada de mi tía Martha, persona a la cual yo tenía en una alta estima y consideración debido a muy buenas remembranzas de mi niñez, aún evoco muy vivamente como ella me ayudaba a coleccionar uno de mis primeros álbumes de cromos, me acompañaba a comprar las figuritas, me ayudaba a pegarlas, mostrándose muy entusiasmada; pero especialmente recuerdo el olor dulce de la goma usada para las figuras.
Trasladando al presente esas memorias de mi temprana juventud, recorría la calle Elías Aguirre, siendo aproximadamente las siete de la noche. Aquella vía se veía especialmente activa, con cuantiosos negocios abiertos y numerosas personas transitando por ella, las cuales iban y venían imbuidas en sus preocupaciones, mientras caminaba divisé la pequeña capilla “Santa Verónica” y recordé un incidente relacionado con mi tía Martha, suceso que aquí relato:
Era un día de la semana, no recuerdo exactamente que día fue, eran cerca de las seis de la tarde y acompañaba a mi tía Marcela, la que de cariño en la familia decimos “celita”, a la misa en la mencionada capilla. Mi tía celita era una mujer de avanzada edad, de rostro bondadoso y reducida estatura, ella a pesar de su edad mantiene una candidez que harían pensar a cualquiera que su vida entera ha sido muy feliz. Llegamos a la mencionada capilla, subimos las escaleras y entramos al lugar, nos sentamos al final, debido a que mucha gente concurrió ese día al templo. Al terminar la ceremonia, nos encontramos con mi tía Martha, la cual estaba visiblemente alterada, le preguntamos que tenia, pero nos dijo que no le pasaba nada, sin embargo perturbadamente miraba hacia su hogar e indicó que se iba inmediatamente allá, que su domicilio era el único lugar seguro. Ni siquiera tuvimos tiempo para preguntarle por el resto de su familia debido a la prontitud con que se alejó; yo y la viejecita nos miramos y nos encogimos de hombros, dibujándose intranquilidad en nuestros rostros, desde ahí vino mi desvelo por mi tía y luego de una semana he decidido venir a verla...
Seguí transitando con dirección sur hasta llegar a la intersección con la calle Manuel María Izaga, crucé la pista y ya me encontraba en la cuadra donde vivía mi tía, la dirección exacta era el número 520. El hogar de mi tía era pequeño, su fachada estaba pintada de un color verde oscuro; la puerta que daba a la calle era de madera y tenía color marrón; la ventana era del mismo material de la puerta, pero de una coloración más clara, detrás de esta ventana había una cortina crema, la cual no dejaba ver nada del interior.
Toqué la puerta y al poco tiempo salió una de mis primas.
- ¡ Hola Rosario ! ¿Cómo has estado?, espero que muy bien - dije.
- Hola Sebastián - me respondió secamente mi prima.
La muchacha no se mostraba muy sorprendida de verme, en realidad tenía una expresión grave en el rostro, posiblemente estaba molesta porque no había frecuentado la casa desde hace algunos días. Luego de nuestro mutuo saludo me indicó con un ademán que pasara. El interior de la morada era igual de sobrio que la fachada. Esta primera pieza de la casa era una típica sala - comedor, en la parte correspondiente a la sala habían unos muebles cremas y en el centro una pequeña mesa y en la sección correspondiente al comedor una gran mesa con seis sillas frente a un gran televisor.
Luego de la invitación a pasar saludé a todos, mi tía Martha estaba sentada en la mesa, a su lado derecho estaba mi primo Adrián y un poco mas allá mi otra prima que se llamaba Esther. En ese momento todos estaban viendo la televisión.
- ¡ Hola Tía ! ¿Cómo estás? He venido a visitarte después de algunos días - le dije.
- Hola hijo ¿Cómo estás? Luego de mucho tiempo que te veo - me respondió mi tía.
- No ha pasado mucho desde la última vez que te ví, ¿recuerdas? ¿en la capilla? - repliqué.
- Si, creo que si - la mujer pareció esforzarse demasiado para evocar un recuerdo, que era muy reciente.
- Si no he venido luego de ese encuentro, ha sido por mis ocupaciones, ya sabes, mi trabajo me requiere casi todo el tiempo; pero no creas que no he pensado en ti y en tu salud -repliqué.
Mi tía sufría de los nervios y en el pasado había tenido algunas crisis. Mientras yo estaba hablando con mi tía, mi prima Rosario se sentó cerca mío a ver televisión, debo mencionar que el saludo con mis otros primos fue amable, pero ellos estaban más concentrados en la televisión.
- ¿Te sirves una taza de café ? - me preguntó.
- ¡ Claro, como no ! - le respondí.
Mi tía miró a Esther que pareció entender una orden implícita, la chica caminó hacia la cocina, sin despegar sus ojos de la pantalla, al ver su excesivo interés miré también el aparato percatándome que el programa no era algo fuera de lo común. La taza de café llegó y mi tía señaló.
- Sírvete sobrino, aprovecha que esta caliente, ¿quieres pan con mantequilla o con queso? - dijo en un tono mecánico mi tía.
- No tía, gracias - le respondí - ya he comido afuera algo.
Mi tía pareció volver a hacer un esfuerzo para hablar, preguntándome lo siguiente:
- ¿Y tu mamá cómo esta? - me gustó su pregunta así me demostraba su interés.
- Mi mamá, esta bien, tía, te manda saludos. ¿Sabías que está que se dedican con vehemencia a su jardín ? - hablé con entusiasmo, mi tía me respondió
- ¿Si ! Me parece muy bien - mi tío que se llamaba Iván habló por primera vez:
- ¿Rosas? ¿Tiene rosas en su jardín? - me pareció como si despertara, eso me tranquilizó, estaba empezando a tener la idea que había poco o nulo interés por mi diálogo, como si respondieran por compromiso.
- ¡ Si ! Tiene Rosas y de muchas variedades. ¿No las has visto? - él pareció acordarse del verano pasado cuando visitó la casa de mi Madre - ¡ Ah !, ya recuerdo sobrino, ya recuerdo, las rosas blancas y su delicado aroma... - hasta ahí duró su intervención en la conversación.
- ¿Cómo vas de tus nervios tía Marta ? - volví a dirigirme a mi tía, tomando ella de nuevo el interés y dijo:
- Bien, bueno relativamente bien sobrino, ya te imaginarás, no voy a ningún médico, ni quiero que ninguno me visite, suficiente con las tabletas que me recomendaron, al parecer estoy mejorando, aunque estas pastillas - me señaló unas grageas color anaranjado - hacen que me desvele muchas veces, pero aprovechó para ver la televisión.
- Entiendo - repliqué - pero insisto que debes de ver a un doctor. ¿Hace cuánto que no vas a ver a uno? - mi tía seguía viendo el televisor, y no escuchó mi pregunta
- ¿Qué has dicho sobrino? Disculpa, es el último capítulo de la serie y creo no la repetirán nuevamente.
- Si pues Tía, creo que no - le respondí a la vez que jugueteaba un poco con la cuchara y sorbía poco a poco el café, el cual estaba amargo; sin embargo no viendo el azucarero cerca, no lo endulce. Así pasaron diez minutos sin que nadie dijera o preguntara algo, no lo sé, no recordaba nada que hubiera podido molestarlos a ellos, sin embargo su curiosidad era total hacia el televisor, incluso hasta en los cortes comerciales. Decidí despedirme.
- Muy bien, ya he visto que estás bien y me tengo que ir - dije.
- Si pues sobrino ya es un poco tarde - me dijo mi tía, - Iván, acompaña a Sebastián a la puerta.
Mi tío pareció que lo desconectaban de su concentración, se levantó de la mecedora y me acompañó al portón, no sin antes despedirme de mis primos, los cuales me sonrieron levemente y siguieron viendo televisión.
- ¡ Adiós Tío Iván ! ¡ Cuídate ! - con esas palabras me despedí del viejo que forzó su rostro para decirme Adiós.
Todo este asunto me había parecido excesivamente extraño, trataba de explicarme la distancia que había entre ellos y yo, parecía que estaban disgustados conmigo. ¿Pero por qué? No era mi ausencia, además descartaba completamente esa idea, seguí pensando mientras caminaba de vuelta a casa, este asunto no lo comenté con nadie.
Luego de algunos días mi preocupación por mi tía retornó y de nuevo resolví saludarla, la hora de mi visita sería la misma que la vez anterior, más temprano me era imposible hacerlo, debido a mis ocupaciones, en esa temporada mi oficio siempre tenia clientes, y debía atenderlos personalmente. El recorrido hacia la morada de mi tía Marta fue el habitual; esta vez esperaba ser recibido por lo menos un poco más cálidamente, considerando nuestra cercanía familiar era lo mínimo que yo merecía. Llegue al 520 de la calle Alfonso Ugarte, toqué la puerta y esperé. Mi prima Rosario abrió la puerta saludándome fríamente.
- Hola Sebastián - dijo ella, yo le respondí:
- ¡Hola Rosario ! ¿Qué tal? ¿Estas bien? - ella musito un si.
- ¿Me invitas a pasar? - hizo un mueca afirmativa y entré en la casa, salude a mi Tía, a mi tío y a mis primos.
- ¡ Hola a todos ! ¿Cómo están? - la única cortesía que se escuchó fue la de mi tía, pero en un tono más frío que la vez anterior, me acerqué a la mesa y le di un beso en la mejilla, ella se inclinó a la izquierda porque inconscientemente le obstaculicé la televisión, esta vez el volumen del transmisor estaba más alto, o ¿es que estaban más concentrados en aquel aparato?.
- ¿Qué tal tía?¿Te siguen desvelando los medicamentos? - así hable tratando de captar su atención.
- Si, si me siguen.... - mi tía pareció postergar la contestación por atender al programa, me ofendió un poco esa actitud, pero...al ver aquellos ojos vidriosos mirar aquel aparato...¡ Me asuste !
¿Era tan importante ese programa? ¡ No ! Era una serie habitual de la programación televisiva; la reacción era igual en mis primos, quienes aparentemente estaban comiendo, más sus cucharas estaban en sus platos y la comida tal vez hace algunos minutos la habían servido, ya que parecía estar fría.
- ¡Tía ! - levanté un poco la voz para que me escuchara, mi tía, me dijo:
-Te he escuchado, pero este programa, es muy importante -me sentí como el hombre invisible, comprendí que no era bienvenido a esa casa y al no prestárseme ninguna atención me despedí de mi tía y mis primos.
Salí desconcertado, pero a la vez intentaba comprenderlos. Tiempo después de ésta última visita, volví a la residencia de mi tía Martha dos veces más; pero iban reduciéndose los temas de conversación y ya ni me acompañaban a la puerta, el aparato que habla y que emite figuras se había convertido en el centro total de su atención. Me dije a mi mismo que debía olvidarme de eso, tal vez seria algo pasajero, así que decidí atender mis asuntos y retornar luego de algún tiempo, aguardando que mi Madre regrese de viaje - hace una semana se había ido a Lima -.
Transcurrieron cerca de dos meses en los cuales me dediqué totalmente a mi dependencia, visitar a los clientes, distribuir los productos que vendía, hasta que un día recibí una epístola de mi Madre que a la letra decía así:
Trujillo Octubre de 198..
Querido Hijo.
Deseando que estés muy bien y espero disculpes la brevedad de mi mensaje. Te comento que vuelvo la próxima semana, no sabes lo bien que me ha ido en el viaje. La larga temporada que he pasado en Lima, se ha visto seriamente prolongada al haber sido invitada a Trujillo, y aquí me tienes en esta ciudad, he visitado las ruinas de Chan-Chan, la impresión que me ha causado conocer esta añeja ciudadela Chimú, ha sido de las mejores. ¡Si vieras los frisos, los gigantescos muros, las amplias plazas! y ¡Todo de barro! ¡Es increíble! Bueno hijo, la próxima semana me dirijo a Huanchaco un pintoresco balneario, quizá me vaya a otros pequeños pueblos como por ejemplo Moche, ¡ tengo que aprovechar este singular y educativo viaje !
P.D.: Deseo recordarte visites a tu tía Marta Marta, mándale saludos de mi parte.
Tu madre
Al terminar de leer esas líneas esbocé una pequeña sonrisa y tuve cierta ambición por visitar esos lugares también, luego fijé mis ojos en el final de la carta y caí en la cuenta que tenia que ir a ver a mi tía, debido a mi profesión la había olvidado por completo en las últimas semanas. Guardé la carta en el cajón de mi escritorio, me levanté del sillón y raudamente arreglé personalmente las cosas más importantes de mi trabajo, actividad que duró un par de horas, las formas más rutinarias se las encomendaría a mi empleado Ricardo, él era una persona honesta, aunque algo lenta.
- ¡ Ricardo ! ¡ Ricardo ! - lo llamé, se encontraba en el almacén, pero rápidamente a pesar de su conocida lentitud atendió a mi llamada.
- ¡ Diga Señor ! - contestó con amabilidad.
- Ricardo atiende a las últimas personas que quedan o las que lleguen más tarde, tengo que hacer algunas cosas importantes - le dije.
- ¡Si Señor! - me contestó atentamente.
- ¡ Ah ! de los Señores Pérez y Bernabé me he encargado personalmente, además ya telefonee a los proveedores, mañana llegan - le comenté a Ricardo.
- Si - Ricardo asintió.
- Cierra máximo las 8:00 p.m. - le dije.
Cogí mi abrigo, me lo coloqué, saliendo rápidamente de mi oficina con el propósito de visitar a mi tía; no sé porqué, pero presentía algo malo, me imaginaba cosas, no sabría decir cuales fueron esos presentimientos, esto hizo que mis pasos incrementaran su velocidad, al voltear a la derecha de la calle Elías Aguirre y ya en la calle Alfonso Ugarte, desde lejos divisé un gentío arremolinado cerca del final de la quinta cuadra, paso a paso fui avanzando, y pronto caí en la cuenta que ese tumulto estaba exactamente frente a ¡ La casa de mi tía !
Un nuevo y peor augurio me asaltó, esta vez era indudable que algo andaba mal, muy mal, pensé en mi tía y automáticamente vino a mi mente la idea de que había podido sufrir un ataque de nervios, ¡ una conmoción o algo parecido ! ¡ Si sus nervios ¡ ¡ Sus nervios pensé ! Empecé a correr, y por la calle tropecé con una señora que al parecer vivía en la misma cuadra, me aproximé preguntándole sobresaltado:
- ¿Qué ha pasado señora, le ha sucedido algo a mi tía ! ¡ Dígame!
- ¡¡ Algo horrible !! ¡¡ Algo espantoso !! - la vieja me respondió perceptiblemente consternada, con la faz contrahecha por la náusea, apenas se mantenía en pie, y de ser por su esposo que la tomaba del brazo, hubiera caído. Me pareció que de aquella mujer, por el estado deplorable que se encontraba no obtendría respuesta alguna, más allá vi dos señoras que se habían desmayado y al voltear mi vista en dirección norte vi una ambulancia que seguramente venia a auxiliar a varias de las personas que alrededor estaban conmocionadas. ¡¿Qué pasa!! Pregunté para mis adentros, enérgicamente traté de abrirme paso entre la chusma.
- ¡¡ Permiso, permiso !! - grité - ¡¡ Permiso soy sobrino de la señora, son pariente, soy pariente !! - vociferaba como un maniático, la gente a pesar de oírme no me dejó pasar, oponían una férrea resistencia, impulsada por su morbo y curiosidad; sin embargo un bombero habló:
- ¡¡ Déjenlo pasar lo conozco, lo conozco !! - gracias a esas palabras, por fin logré atravesar esa muralla de personas y ¡¡ Ante mi apareció el espectáculo más horrible que ninguna vez he visto !! ¡¡ Era dantesca la escena que tenía ante mi y era horrible el olor que se percibía en la habitación !! ¡¡ La sangre hervía dentro de mi !! Un impulso automático me hizo llevar las manos hacia mi boca, para evitar inhalar aquella espantosa fetidez. ¿Estaba en mi hora final? Mucha gente no había soportado el horror retirándose raudamente.
¿Debo narrar lo que ví? Pues lo que apareció frente a mis ojos, no era mi familia, no era mi tía ni tampoco mis primos, no pertenecían al reino de los hombres, no era lo que conocemos por humanidad. Alrededor de la mesa y como si fuera la hora de la cena, había un grupo de cadáveres sentados frente al televisor, sus cuerpos estaban en avanzado estado de descomposición, quizás dos semanas decian unos; pero se mantenían rígidos en sus sillas frente al proyector, que aún seguía encendido.
Aquellos despojos por una incomprensible razón no habían caído en la mesa, se mantenían sentados, sus mandíbulas estaban sensiblemente desplegadas, como una señal de admiración.
Sus rostros esgrimían unos gestos grotescos, a pesar que difícilmente esa masa informe podría recibir el nombre de rostro ya que las ratas los habían devorado poco a poco, pedazo a pedazo.
¡¿ Qué inexplicable locura los había atrapado !! ¡¿ Qué especie de maleficio, de maldad había hecho que se dejaran morir así !! ¡¿ Por qué habían permanecido sin interesarse por nada a excepción de la televisión !! Miré con consternación aquel aparato, aquel maldito televisor, que parecía haber crecido tomado una siniestra y gigantesca forma, nadie de los presentes se había atrevido apagarlo, superando mi repugnancia, jalé el cordón que mantenía conectado el aparato a la corriente eléctrica e inmediatamente y para aumentar la atmósfera macabra e incomprensible de aquella mansión, saltaron chispas de la máquina y se desmoronó.
El desplome del televisor fue el punto culminante de aquella espeluznante experiencia, nadie nunca podrá responder a todas las preguntas que tenia en la mente, quizá también estaban en la imaginación de muchos de los ahí presentes. Así fue que los vecinos de la quinta cuadra de la calle Alfonso Ugarte vivieron la noche más lúgubre de sus vidas.
Fin. |