Cerca del pueblo lejos del ruido,
detrás de la colina
descansan aquellos vividos...
han vivido poco,
otros mucho,
luego los del medio
esos que de pronto
los llama la muerte.
Es un lugar de encuentro
de simbolismo extremo
sabemos dentro de nosotros
que en algún momento estaremos ahí
quizás no en el mismo sitio,
pero si en la muerte.
Camino entre tumbas,
por senderos sinuosos
se entremezclan olores a flores secas
a tierra y mucha pena.
El sol ilumina las lapidas,
las fechas frías indican
cuando se detuvo el reloj para ellos,
hay sepulcros familiares,
muy cuidados demostrando así lo amados que fueron.
Sus deudos dolientes,
preservan y trasuntan en el tiempo
de los presentes vivos,
veo tumbas ahí tiradas
solo un montículo de tierra y piedras...
alguna que otra reja afirmada con oxidados alambres
demarcando un lugar un sitio,
con respeto y olvido...
Todos tienen lugar aquí
una cruz de madera gastada en sus puntas,
erosionadas sus letras de poca caligrafía
marcan una fecha
un nombre que no se distingue
nos muestra los enormes nichos
que amparan los féretros,
que parecen guardados y quietos
de pronto se acerca un cortejo,
muchas flores frescas,
lagrimas, llanto y pena.
Lo siguen sus deudos y amigos
todos unidos por el dolor y la pérdida,
dejando en este lugar los recuerdos
de un montón de hechos
que juntos aplacaran la angustia
de dejar ahí al que fue...
La tarde da paso a la noche
este jardín de lapidas y tumbas
cierra sus puertas,
mientras allá afuera
alguien espera el turno de entrar
alguien que no sabemos quien.
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