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“Estoy tan solo como este gato, y mucho más solo porque lo sé y él no”
Julio Cortazar
HOOPTEDOODLE
“Aquí palabrería, y no se entremezclará con la historia.”.
Bogotá es amor y odio, es como una amante cruel. La belleza de Bogotá es un atractivo llamado hacia la mala vida y yo soy un adicto al dulce sonido de sus calles. Esa mala vida, esa travesía de malas decisiones por el camino hacia la muerte. La humanidad, ese eslabón perdido. La dignidad ha desaparecido, somos ese planeta de simios con pulgar oponible, al diablo todo, al diablo tú, al diablo yo, al diablo nosotros.
Somos hipocresía. Esa vida pública, esa vida privada y esa vida secreta, venenos de dinero y desazón en busca de comodidad. Al diablo todos los que juegan golf, al diablo esta ciudad única e irrepetible en medio de calles repletas con ríos de gente trashumante.
Somos ese perico que te pone muy agresivo, ese ácido con síndrome post depresivo, esa ganja que te borra las neuronas, ese H que aspiramos por la boca buscando el orgasmo infinito, somos la cafeína, las anfetas que a diario te ponen contento, ese licor y esa resaca eterna, al diablo esta ciudad lluviosa y solitaria, de corbata y perfume donde pasamos por encima de la vida de los otros, al diablo Bogotá y sus alrededores, al diablo los que se van de aquí creyendo encontrar en París, Londres o New York algo diferente, es igual.
Somos ese cansancio después de trabajar, ese montón de fétidos olores acumulados en un trasporte masivo. Al diablo los industriales y los ricos, ese crimen detrás de esa gran riqueza, somos discurso simple, diatriba de caníbales que se quieren comer. Somos ese partido de fútbol, esa barra brava, esa raza eufórica entre emociones y paradojas. Somos ese libro que estamos leyendo, ese saxofón que suena en medio del invierno, somos esa intolerancia que grita en la esquina mientras caminamos entre Lorca y Rimbaud. Al diablo Los Rosales con su metro cuadrado de diez millones, somos mierda que se afloja en los pantalones, somos nada, al diablo la tienda de la esquina, somos Poe empalando a bellas muchachitas, nunca mas.
Al diablo el norte de la ciudad al diablo las señoras en las tardes que se reúnen a tomar el te o a rezar alzando los brazos repletos de joyas, orgullosas de sus hijos ingenieros, de sus empresas, sus padres, sus amistades y en general de sus decrepitas vidas. Somos esos pequeños y egocéntricos cronopios, somos famas y esperanzas.
Somos animales aislados que buscamos el amor para huir de la soledad. Borrachos en la calle, cantando desinhibidos, alegres compadres y amantes enfurecidos, al diablo la Primera de Mayo, la cuadra picha, las luces y la diversión forzada al son de un deejay que habla en todas las canciones.
Somos celosos e histéricos, omnipotentes, dioses de nosotros, de nuestra familia y de nuestra muerte, somos esos ladrones de Whitman, Joyce y Borges. Al diablo el barrio Santa Fe y su olor a muerte, al diablo sus lupanares repletos de dinero y oropel, al diablo los Generales dueños del Castillo y de Las Paisas, al diablo los cerdos policías, al diablo el tercer mundo, el segundo y el primero, al diablo tu, al diablo yo.
Somos atributos mentirosos y canequeros, suplicantes de amor, patéticos y groseros, Al diablo la candelaria y sus extranjeros a la madrugada, saliendo del Goce Pagano, de Quiebra-Canto o del Chorro, haciendo de esta ciudad su aventura suramericana.
Somos posesivos y siempre huimos, entre el sexo con aguardiente y la cerveza verde, las drogas, el cigarrillo, las películas y los libros. Somos perversiones que caminan, incoherentes y guerreros.
Somos los que queremos juntar unos fajos de billetes para vagabundear en el caribe. Al diablo los Punketos, los Skin y los Sharps, al diablo los Glams, los Emos y los Rudos, los Metaleros y Blackeros, todos estrato cuatro cinco o seis viviendo con comodidad de vino moscato. Al diablo los Podros hacinados en cualquier inquilinato metiendo h y bebiendo chamberlain, al diablo los Hopers y Raperos de Ciudad Bolívar, Patio Bonito y Casa Blanca, al diablo Suba y 7 de Agosto con sus pandillas y sicarios baratos, al diablo esa marihuana en bloque que se consigue entre la Perseverancia y Danubio Azul en las casas más tristes donde cuatro niños lloran en un corral. Somos ese sueño de traqueto, somos corruptos. Al diablo las calles de Chapinero repletas de colinos, drogos y maricas. Al diablo los que meten sacol y susto en Lourdes y por la séptima roban celulares, al diablo los que caminan por el Simón Bolívar un domingo trotando o comiendo helado haciendo de su vida un saludable epitafio.
Somos vigilantes, críticos, egoístas y mezquinos, Somos ese féretro de cristal y obesidad de hamburguesa, preocupados por la apariencia y la salud. Al diablo el Paseo del Faro, la Zona T, la Ochenta y Cinco y la Noventa y Tres, con sus bares de moda, donde desfilan aprendices de actrices, putas, maricas y metrosexuales mediocres, pretendiendo estatus y fingiendo glamour, entre pastillas de éxtasis y aburrimiento en capsulas de electrónica de colores. Al diablo la Avenida Chile, la Veinte y Seis y la Calle 100 con su edificios vanguardistas y sus oficinas de papel donde trabaja gente de papel, somos los que pedimos limosna debajo de un puente o en un cómodo escritorio de oficina, somos los que duermen soñando con el baloto disfrazado de telenovelas y el pollo asado del domingo, somos ese malevaje melancólico de consumismo que exhibe un tríptico en la mitad de la sala. Somos como los cerdos, incapaces físicamente por naturaleza de mirar hacia el cielo. Mientras la tierra se disuelve girando en infinitos espejos sin que eso signifique algo para el universo y su infinita sabiduría.

Texto agregado el 05-06-2009, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


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