OBSERVACIÓN PARTICIPANTE.
El licenciado Danny, como se hacía llamar, era, con mucho, el compañero menos estudioso del grupo. Su afición a la vida bohemia le restaba tiempo para aplicarse al estudio de doctrinas, leyes, reglamentos y toda esa “sarta de estupideces” que, según su decir, representaba el Derecho. Francamente, no entendíamos la razón de que, con tales pensamientos, hubiese escogido una carrera que, para todos sus condiscípulos, era el non plus ultra del saber universitario.
Durante la “precarrera” integró con este servidor y cuatro o cinco compañeros más, un grupo de estudio en el curso de Sociología (en su criterio, la más ingrata de las profesiones de las “Ciencias del Hambre”, como despectivamente la denominaba). Nos habían asignado elaborar un proyecto sobre los problemas sociales que afectaban la gran masa urbana de los barrios del sur. A Danny le asignamos el barrio Sagrada Familia, distribuyéndonos los demás los otros barrios.
A partir de ese momento el licenciado Danny desapareció de las aulas; nos quedaba únicamente un día para entregar al profesor la tesina encargada y el susodicho brillaba por su ausencia. Como buenos ticos, pero más que todo para dar tiempo a que el licenciado nos entregara un resumen de lo que había investigado, dejamos la redacción final del proyecto para la noche anterior a la fecha de entrega. Ya habíamos decidido modificar la estructura del trabajo cuando, a eso de las diez de la noche, va apareciendo Danny con unas cuantas cuartillas escritas a mano, borrosas, malolientes, manchadas de grasa y tinta y en completo estado de ebriedad. Ante nuestro airado y justo reclamo por su irresponsable conducta, con lenguaje ininteligible por el efecto del alcohol, alegremente manifestó: “He estado quince días estudiando a fondo el problema del alcoholismo en Sagrada Familia, empleando el método de “observación participante”. Me deben quinientos colones que invertí en la investigación.”
|