OBITO DIGITAL
Aborrezco el sistema que ofrece un variado menú de alternativas antes de accesar -¿así se dice?- al destinatario de la llamada.
Debía llamar a un tal Juan Pérez y proponerle un arreglo extrajudicial para no tener que llevar la deuda a los tribunales. Marqué el teléfono que se me había indicado y esperé pacientemente la respuesta. Después de unos cuantos segundos, que me parecieron eternos, se escuchó una melosa voz femenina: “Buenos días, está usted llamando al teléfono xxx; si conoce la extensión de la persona con quien desea usted hablar, márquela de inmediato. Si la desconoce, marque 1 para indicarle el submenú.”
No conocía la extensión, por lo que marqué el 1. De inmediato surgió de nuevo la voz: “Si es pariente del señor Pérez, marque 2; si no lo es, marque 3.” Como no soy pariente, ni deseo serlo, marqué el 3. Otra vez, la voz cantarina: “Si su llamada es por negocios, marque 4 y le atenderá un representante del señor Pérez; si es personal, marque 9 y después marque 2.”
Confieso que la paciencia no es una de mis virtudes, por lo que empezaba a desesperarme esta bendita tecnología que parece hecha a propósito para hacer perder tiempo a quienes, precisamente, no nos sobra. Atendiendo la última indicación, marqué el 9 y después el 2. De nuevo la vocecita: “Si es pariente del señor Pérez, marque 2.” Intentando salir del círculo molesto en que me encontraba, marqué el 2. Una vez más escuché el tono meloso de la ya odiada mecánica voz: “Si usted es pariente cercano, hasta segundo grado de consanguinidad, marque 5; si es otro tipo de pariente, marque 6.” Como no soy pariente, ni cercano ni de ningún otro grado, dudé unos instantes en seguir marcando. Pero debía cumplir con mi propósito y marqué el 6. “El señor Pérez no está disponible en este momento para parientes que no sean cercanos. Marque 9 para devolverlo al menú principal”, me contestó la grabación.
Maldición, pensé. Ahora... ¿qué hago?. Desesperado marqué el 9. Siguiendo cuidadosamente las instrucciones llegué hasta la opción de llamada de negocios. Aleluya, me atendió un ser humano:
-Oficina de negocios del señor Pérez, ¿en qué podemos servirle?
–Escuche, hablé con tono firme y enérgico. -Le habla el Licenciado Ibáñez, del Bufete García, Fuentes & Ibáñez. Necesito urgentemente hablar con el señor Pérez para un asunto estrictamente de su interés personal. ¿Podría usted comunicarme con él?
–¿De qué se trata ese asunto personal, si se puede saber, Licenciado Ibáñez?, me preguntó mi interlocutor.
-Si no le molesta, me gustaría hablar directamente con el señor Pérez, le espeté.
-Lo siento licenciado, es que tengo instrucciones de solicitar el motivo de las llamadas para el señor Pérez. Si no me informa usted de qué se trata el asunto de su interés, tendría que colgar y marcar de nuevo para que le den instrucciones.
Horror de horrores. Preferiría perder la cuenta a cobrar antes que iniciar otra vez el calvario.
-Bueno, vea. Es que el señor Pérez tiene una cuenta pendiente con nuestro cliente, el señor Rosales, y le quiero informar que tiene cinco días hábiles para pagarle, de lo contrario pasaremos la deuda a los tribunales de justicia.
-En tal caso, licenciado, le voy a dar un número telefónico para que intente hablar con alguien, pero le adelanto que el señor Pérez no está en condición de pagar ninguna deuda en este momento.
Vaya desfachatez, pensé ya medio agriado. Marqué el teléfono que me dio el sujeto, un celular, por el inicio de los dígitos. Una y otra vez, hasta contar ocho intentos. Ni qué decir que ya estaba bastante alterado cuando logré comunicarme. En un susurro apenas audible, una voz femenina me atendió:
-Aló, ¿con quien hablo?
-Habla el licenciado Ibáñez, y deseo que el señor Pérez, su representante, su pariente más cercano o cualquier otro, pasen al bufete García, Fuentes & Ibáñez, a cancelar la cuenta del señor Rosales, pues de lo contrario de hoy en seis días hábiles le estaremos demandando ante los tribunales de justicia.
-No sea usted irrespetuoso, malcriado. El señor Pérez no está para pagar deudas, como no sea con el Señor. Ayer falleció y lo estamos velando en este momento.
Un escalofrío me recorrió el espinazo al escuchar el clic cuando me tiraron el teléfono.
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