Hacía un poco de calor en la sala y no quería sudar, así que se desabrochó un botón de la americana. Se había puesto su mejor traje y la corbata de seda que le regaló ella por San Valentín. El jurado estaba deliberando. Ya no podía hacer más, sólo esperar. Habían sido días y días de demostrar todo lo importante. Qué pena que ella no pueda estar aquí para verle. Seguro que le diría lo guapo que está. Bien mirado, si no hubiera sido por ella no habría llegado tan lejos. Su actuación había estado muy bien, aunque su perfeccionismo le hacía ver alguna que otra fisura, algún matiz equívoco. De vez en cuando miraba de reojo al público. No podía negar que estaba nervioso ni impedir que la rodilla le baileteara arriba y abajo. ¡Ya tenían el fallo! Se acordó del momento en que ella le dijo que le dejaba, justo cuando iba a mostrale la escena principal de su papel en la obra. De cómo le gritó "Desdémona" con afectación teatral aunque ese no fuera su nombre. Shakespeare lo había escrito y él lo interpretó magistralmente, así que no tenía nada que temer. Se puso de pie y el portavoz del jurado lo leyó en voz alta. Cadena perpetua.