Hace unos años trabajaba yo en un viejo edificio situado en la calle… Había escuchado de boca de los empleados más antiguos ciertos relatos inquietantes acerca de una sombra o silueta que algunos habían visto en un oscuro pasillo. Como sea, nunca he sido supersticioso y no atribuí ninguna realidad a esas historias.
Una noche lluviosa de agosto o setiembre, no lo recuerdo, me vi obligado a quedarme tarde en la oficina, terminando un informe que mi jefe debía tener al día siguiente sobre su escritorio. Al dar las ocho de la noche solo quedaba yo en todo el piso. A eso de las diez y media ya no me faltaba mucho para finalizar, pero el cansancio y la lluvia influyeron tanto en mi estado de ánimo, que me tendí a descansar en un viejo sillón ubicado en el desván que antecedía a mi despacho. A los pocos minutos caí en un sueño profundo.
Un ruido abrupto me despertó de forma instantánea. Inmediatamente me sobrecogió un escalofrío. El ruido no cesaba, se trataba sin duda de un teclado de computadora, se interrumpía por instantes, pero luego quienquiera que fuera seguía oprimiendo furiosamente las teclas. Vi mi reloj de pulsera: eran los dos de la madrugada. Agudicé el oído: el ruido venía de una oficina que estaba al fondo del pasillo de las historias siniestras.
Imaginé que se trataba de algún compañero de trabajo, volví a ver hacia el corredor: todas las luces estaban apagadas. Un terrible miedo se apoderó de mí. Quería ir a ver quien era, quería gritar “¿Quién anda allí?”, pero mis piernas no me obedecieron ni mis labios pudieron pronunciar palabra. Me encontraba paralizado por el pánico. El ruido seguía, se interrumpía a ratos, para luego continuar.
Finalmente la situación se hizo insoportable, si me quedaba allí sin hacer nada iba a enloquecer, ya me creía sin juicio. Sentía que debía irme de allí a como diera lugar; sin embargo tenía que salir al pasillo tenebroso, doblar por un recodo y llegar a las escaleras. ¿Cómo podría hacerlo? Esperé unos minutos, que parecieron siglos. Mis nervios no resistían, mi corazón latía con tanta violencia que lo sentía casi salir de mi pecho. Y me lancé en desordenada carrera hacia la escalera. La oscuridad era total, no sé como no tropecé, pero el temor y la adrenalina me impulsaban hacia adelante.
Cuando alcancé la calle alcé los brazos al cielo. Al poco tiempo abordé un taxi y llegué a mi casa. Tuve que tomar un calmante. Cuando desperté al día siguiente seguía con los nervios de punta. Sin embargo no comenté con nadie el incidente de aquella noche, me parecía irreal, casi como un sueño. Quizás había tenido un acceso temporal de locura, el estrés del trabajo, la falta de descanso, todo podía haberse conjugado en aquella fatídica noche.
Habría pasado un mes o dos, y me encontraba en mi despacho, en una mañana gris y ventosa, cuando se hizo presente el mismo ruido. Casi fuera de mis casillas por la emoción, avancé hacia el final del pasillo. Ahora había gente en el piso, ahora era de día, aquello no podía ser… Entré en la oficina esperando encontrar un teclado cuyas teclas eran presionadas violentamente por dedos invisibles, pero cuando entré no vi nada de eso... no, el origen del ruido estaba en otra parte… eran las persianas, que estremecidas por el viento, chocaban contra la ventana…
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