Y entonces salió, se escapó, se liberó de sus miedos, sus tristezas, sus alegrías, sus sueños y anhelos, pudo salir de la prisión de su cuerpo y sus límites naturales. . .y caminó, caminó y caminó hasta perder el sentido del tiempo, de la orientación, caminó hasta perder la cordura y pensar que nada en el mundo era más importante que mantenerse en movimiento.
Anduvo en carros, trenes, barcos, aviones, caballos, alucinaciones, esperanzas y decepciones , pero no encontraba aquello que su alma anhelaba, eso por lo que había luchado su vida entera a base de esfuerzos y sacrificios y, al mismo tiempo que caminaba buscaba, sus ojos lo devoraban todo, pero no podía ver más que sombras, sus oídos lo captaban todo, pero no escuchaba más que ruidos, su piel lo sentía todo, pero no percibía más que asperezas, su nariz husmeaba todo, poro no olía más que podredumbre, y su boca era una fuente inagotable, una fuente que era amarga e incolora al mismo tiempo.
Y entonces pensó que estaba muerta, que de un momento a otro y entre todo ese ajetreo de ir y venir buscando no sé que cosa había perdido su vida, o aún algo peor, algo o alguien se la habían robado, y ni siquiera sabía desde hace cuanto tiempo.
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