Olvidaras que recogí tu ausencia,
olvidaré tu sonrisa aniñada,
tus arrugas ingenuas
que marcaban caminos
y esa paz que sin paz,
tenía tu mirada.
Y en ese cruel olvido
seré una mezcla pura
de parto, sal y escarcha.
Sin permisos ni pulso
odiare la mañana,
caminaré dormida
internamente,
confundiré el dolor
con la esperanza,
aprenderé a callar
y en el silencio
me encontraré de pronto
con la nada.
El gran desierto crecerá,
sin dar lugar ninguno
a las palabras,
y en lo alto de un árbol
colgaré mi corazón,
que aullará de nostalgias.
Y nadie vera
al viento que lo acuna,
ni al gorrión
que en mi boca hace su tumba
y me ahoga con sus alas…