Luceritos llenos de vida,
que se enfadan hablando de política,
que me intimidan con parmesano,
que protegen la delicadeza con la que se toca
el ala de una mariposa para que el deseado polvo,
desprendido con el sudor del tacto,
no incapacite el bienestar surgido.

Maestría de dos estrellas doradas alineadas por un ombligo,
centrado, maduro y sincero.
Monte de Júpiter dañado por el hombre que llamas virus,
sin fé en su arado resbalan pico y pala.

Me permito sospechar que tu acueducto salado ama,
ama sin querer, ama sin punto de mira,
ama desprendiendo energía,
siendo mujer no entiende el tic tac del cuco,
no sabe que brilla, no sabe que cocina canciones que vuelven a tu oído,
tan solo mira las vueltas que da el tocadiscos sin atender a la melodía.
Una, dos… treinta y tres vueltas y no escucha.

Entonces grito, grito que eres radiante,
grito que merecido es cantar números con alegría.
Grito que el poder de atracción, lo creas o no,
imanta todo lo que buscas.

Duermo, me quedo tranquila.

Mi regalo bajo el brazo,
amanezco cantando con los ojos entornados
frente a la bola de fuego, te tengo enfrente,
te miro y pienso que igual si es verdad,
igual me sanas solo con estar y dejarte ver.

Hoy han sido cuatro segundos,
después de seis meses será el cuarto de hora,
mi cuarto que tantas escenas tiene,
mi cuarto.. camino de Bilbao.
Ruedo, carretera destinada.