Si durante todos los instantes de nuestra vida en los que lloramos, compusiéramos canciones, el mundo estaría lleno de canciones preciosas, hechas a bases de sentimientos y latidos de personas cualquiera, y no de ningún famoso.
Pero desgraciadamente en esos instantes, el mundo se para. Todo se para y nada existe. El dolor se hace cada segundo más fuerte, sin importar que posiblemente haya gente que lo esté pasando peor. No nos paramos a pensar porque realmente sólo queremos una palabra, o un abrazo. Algo, que nos de el calor y sea capaz de apartar el maldito vacío helado del pecho. Pero caen las lagrimas, caen a ningún lado. A la tela de la camiseta, a un pañuelo, sin importancia. Qué más dará, si volverán a caer algún otro día.
A veces pienso que siempre intento dar lo mejor de mí, haciendo que se vea lo peor. No importa cuántas veces grites. No importa cuántas veces aplastes tus puños contra la pared. Nadie te oirá si realmente no quieres que nadie te oiga.
Entonces, se aclara todo, todo se disipa y sólo queda ese "nada".
Y unas palabras pueden hacer tanto, tanto...
Pueden alegrar corazones, pueden secar lágrimas de una sola pasada...
Pueden crear sonrisas, carcajadas, complicidad, amistad, odio.
La base de todo. La causa de nuestras lágrimas.
Y cuando terminas de apretar y encoger el pecho por cada insignificante cosa que para nosotros es un mundo, la cabeza estalla, y queda ese "nada".
Cuando caes en la cama, sin nada ni nadie, queda ese "nada".
Cuando ríes de lo que lloras un día después, queda ese "nada", ese nada, ese vacío molesto, que nos vuelve a hacer llorar.
Olvida quién soy, lo que soy, olvídame. Y deja que me acerque.
[Sit on the steps smoking 'till you come home] |