Hace unas semanas, navegando por internet, fui a dar con una entrevista que el escritor norteamericano Philip Roht le hizo en 1985 al tambien escritor -checo, en este caso- Milan Kundera.
Kundera es uno de mis autores de cabecera. Desde que siendo un adolescente leyera 'La insoportable levedad del ser' su obra se ha convertido para mi en una referencia de peso a la hora de entender el hecho literario.
Esa es la razón por la que leí la entrevista con sumo interes. En ella Kundera hacia consideraciones sobre temas diversos: su condición de exiliado, la violación de la intimidad en la sociedad moderna, etc.
Yo generalmente suelo estar de acuerdo con los diversos puntos de vista del autor checo. Sus opiniones son siempre reveladoras, aceradas, acertadas y uno nunca deja de sorprenderse de la penetración y capacidad de análisis de la inteligencia kunderiana.
Sin embargo, en un momento de la entrevista Kundera dijo algo que no comparto en absoluto y que, de haberme encontrado yo en aquel momento y lugar, hubiera intentado rebatirle.
Kundera afirmaba que el era una persona contraria al nudismo porque, según su punto de vista, el nudismo mata al erotismo que para Kundera es un valor supremo.
Yo, al igual que él, tambien considero el erotismo como un valor supremo pero creo que hay valores que tienen prioridad sobre el erotismo y uno de ellos es la belleza.
Siempre he creido que la exhibición en lugar publico de un cuerpo desnudo es un acto bonito.
Porque un cuerpo humano, en su desnudez, siempre que sea un cuerpo sano e independientemente de su sexo, edad o color, es un cuerpo bello.
A mi modo de ver en este caso belleza y erotismo se contraponen y es la primera la que debería prevalecer sin lugar a dudas.
Y, si lo pienso detenidamente, siempre que he visitado una playa nudista he tenido la sensación de encontrarme en un lugar que tiene algo de 'santuario'.
Porque una persona que expone la totalidad de su cuerpo desnudo a la mirada ajenas de los otros, sus iguales, ofrece -queriendolo o no- una visión directa del lado más genuino de su esencia.
Porque, queramóslo o no, nuestro cuerpo nos refleja y forma parte indifernenciable de la totalidad de nuestro ser.
Por eso señor Kundera, yo le digo, nuestra condición de erotómanos no deber ser nunca un hecho que impida apreciar la belleza suprema de un cuerpo que se muestra en su desnudez.
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