Ensangrentada de tristezas iba ascendiendo hacia un ghetto del Abstracto; destilaba su miel, con mucho tacto, sobre mi frente de medroso escriba. Declinó de repente. Vi su veste de gélidos jazmines la furtiva aurora desvirtuar; ¡oh cuán altiva pisó la alfombra de mi pecho agreste! Sus manos perfilaron el introito que conducía a una verdad inerte; yo, hacedor de quimeras, ansié el coito de mis palabras con su cuerpo pulcro. Desperté. Junto a mí estaba la Muerte, diseñando el calor de mi sepulcro.
Texto agregado el 29-05-2009, y leído por 145 visitantes. (5 votos)