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Todo empezó un día luego de haber perdido algo importante. Nadie entendía lo que le sucedía a María. Ahogada en lagrimas por la perdida de un amor, un día sin darse cuenta, lo que la ayudaría a recuperar su felicidad. Aquellos era Agustín. Un joven bueno, dulce, cariñoso, tímido y vergonzoso. Todos los días hablaban, se escuchaban y comprendían, y de esta forma un cariño inmenso dio lugar a la confusión en la joven.
Varios días pasaron y Agustín siempre estuvo a su lado. Los llantos cesaron, las penas desaparecían y una alegría iba naciendo poco a poco dentro del corazón de María. Las sonrisas volvían a su rostro, las miradas se cruzaban constantemente y las mariposas del estomago tomaban vuelo a la hora del encuentro.
Un amor grande estaba naciendo. Una mañana casi primaveral María había decido acabar con esa confusión y admitió lo que ocurría con sus sentimientos. Estaba enamorada de Agustín.
Ese mismo día él fue a visitarla y estuvieron sentados en una plaza charlando, sonriendo y queriéndose, pero sin decírselo el uno al otro. En un instante Agustín abrazó a María y beso su mejilla muchas veces hasta encontrarse con sus labios. Beso sincero y lleno de amor. Momento hermoso, único e inolvidable. Prometió no lastimarla nunca, quererla siempre y protegerla ante todo mal. María sorprendida admitió que sus sentimientos expresaban lo mismo.
Así empezaron una hermosa historia, llena de amor y felicidad. Varios meses ya han transcurrido y aunque aún están juntos, los problemas han florecido.
María se sintió morir en el momento que Agustín le confesó que sentía que ella había cambiado, que ya no era la misma, que mucho amor le faltaba y que ella aparentaba haberse olvidado del amor.
La joven angustiada recapacita y acepta su error. No quiere quiere perder a su amor. Pide con humilde sinceridad mil disculpas, pero no se olvida de confesar que desde que él entro en su vida todo había cambiada y parecía ser todo lo que siempre había soñado.
María agradece a Agustín por toda la ayuda que le ha brindado y confiesa que jamás había sentido un amor tan grande como el que sintió hacia él. La ha llenado de felicidad y aunque sus palabras no estuvieron presentes en el momento que él las necesitó, el corazón de María siempre lo estuvo, desde aquella tarde en la plaza, cuando confeso amarlo.
María no quiere perder a Agustín y solo espera una oportunidad para corregir su error y llenarlo de amor todos los Días que le restan vivir...

María

Texto agregado el 28-05-2009, y leído por 85 visitantes. (2 votos)


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