Papá no era un amigo, era mi papá
Historias compartidas de un hombre y su padre, donde se mezclan los cuentos con la realidad.
Soy un amante de los cuentos, mejor dicho de que me cuenten cuentos. en síntesis, soy un cuento dependiente.
Posiblemente ésta predilección se origina en los que desde muy pequeño, solía contarme papa.
A veces a pedido mío, cuando no lograba dormir, o cuando intentaba explicarme algo, solía hacerlo a través de un relato, que por el contenido, lograba hacer volar mi imaginación y mis sueños
Pensaba en esas historias, sintiéndome importante por ser el depositario de tanta sabiduría, y por el hecho de haber sido elegido para recibirla.
Siendo que era vergonzoso, me costaba ser agradecido, mucho más, demostrar mis afectos, nunca pude decirle, !Papa,!, te quiero mucho. Optaba por pedirle una ampliación de alguna historia, alegando que no sabía si había comprendido bien, cuando en realidad lo hacía para demostrarle, que había prestado atención, y que valoraba su esfuerzo.
En realidad, El lo hacía por placer, traía de la cocina la pava y el mate, encendía un “Particulares” negro, al que le quitaba previamente el filtro, y lo encendía con lentitud, siempre con un fósforo de madera. Daba la primer pitada, ensillaba el mate y luego de un primer sorbo, a veces acompañado de un suave silbido al tirar de la bombilla., me miraba a los ojos, al tiempo que me preguntaba,
-¿Estamos listos?-
-Si papá, estamos listos, -le respondía yo-
Al terminar la historia, se paraba a juntar sus cosas y llevarlas a su lugar, yo intentaba agradecerle con un gesto, inclinando ligeramente la cabeza sonriente, entonces el me arrimaba un abrazo cálido, que aun siento sobre la piel.
Papá no era un amigo, nunca lo consideré así, era mi papá, eso lo ubicaba en una categoría diferente, superior a la de un amigo, también el siempre supo ocupóar su lugar de papá.
Envejecimos juntos ya que el vivió 94 años, gozando de perfecta salud, su lucidez e inteligencia mejoraban con el pasar del tiempo.
Nunca caminó encorvado, ni jamás un temblor en las manos.
En sus últimos años, escribía de parado sobre una mesa alta, un ensayo sobre el Génesis, utilizando un rollo de empapelar en forma de papiro, siempre desde un enfoque laico, ya que no era un hombre creyente, más bien libre pensador y de ideología socialista.
De joven supo hablar en ocho idiomas, entre ellos el turco, árabe, ruso, alemán, hebreo, francés, castellano y portugués.
Parte de ellos, los aprendió en Constantinopla, donde cursó sus estudios secundarios, más cuatro idiomas, que eran obligatorios en los planes educativos de Turquia.
A veces salíamos a tomar un café, y charlar un poco sobre política, me encantaba ver como miraba de soslayo las mujeres, era un seductor nato, y para elegir no era tonto, yo nací a los diez y ocho años de mamá y él la doblaba en edad.
Recorrimos juntos el País infinidad de veces, a papá debo en gran parte, a más de muchas otras cosas, el profundo amor que siento por nuestra tierra, por la nostalgia de una tarde de otoño, el perfume de los campos, el amor por la naturaleza.
Ya era un hombre con más setenta años, cuando una tarde, mientras compartíamos un paseo de a caballo sobre dos yeguas alazanas, recorríamos la orilla del Rió Colorado, partido de Patagones.
De pronto, sujetó las riendas, lo vi emocionado, -¿Pasa algo Papa? . -Te sentís bien?-
- Muy bien, solo quiero que me escuches, prestá atención, y no te rías por lo que vas a escuchar.
Arrimé el caballo y miré sus ojos, los tenia empañados.
-Te estoy escuchando, -contesté-
-Andre, a veces pienso en el amor que siento por "ésta", esta que es tu tierra y que yo, también siento mía.
La veo en mis sueños de pié, y orgullosa, como una hembra preñada, con una inmensa panza, y un brazo grande y generoso tendido hacia el mundo en el gesto Misionero.
Se hizo un profundo silencio, el viento se anudaba en las crenchas y la cola de nuestros caballos.
Solo se escuchaba el silbido de unos patos sirirí, desde una laguna cercana.
Quedé por un momento desconcertado.
-Andre, no pienses en que son cosas de viejo, se que hay problemas, que muchos argentinos se están yendo, eso me provoca dolor, seguramente tendrán sus motivos. Es jodido ser “gringo”, también sé que se van buscando un futuro que dicen no encontrar aquí.
Yo me fuí por guerras, por hambrunas, por persecuciones, casi no quedaba otra.
-Sé que vos también tendrás tus problemas, la vida no es cosa fácil. el hombre debiera luchar por conseguir fuerza y valentía para no permitir que las inevitables aflojadas a las que la vida te lleva, te hagan bajar los brazos, hay que ponerle el pecho y sacar las cosas adelante.
Pensá en que vos sos argentino, tus hijos son argentinos, podés visitar los Colegios donde estudiaste, nadie te persigue, estás envejeciendo en tu pais y cuando llegues a muy viejito te van a enterrar en tu propia tierra, la misma en la que naciste.
-Prometeme, aunque más no sea una promesa, que nunca te vas a olvidar de lo que acabo de decirte.
Me bajé del caballo, lo ayudé a bajar, nos abrazamos muy fuerte.
El me tomaba de la cabeza, y me acariciaba el pelo. Te estás poniendo canoso, me dijo, dejate de embromar, tampoco hay que tomar las cosas al pié de la letra.
Ambos nos largamos a reír.
Tomamos nuestros caballos por las riendas, y comenzamos a caminar hacia la casa, despacito, no había apuro, el yuyo seco crujía bajo nuestras botas, y la magia del atardecer nos cobijaba.
Andre, laplume.
Este relato está basado en la realidad, tanto en los hechos como en el contenido de los diálogos.
Está dedicado a la memoria de Don Juan, que fue mi Padre.
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