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Esa tarde Don Pancho salió muy satisfecho de su taller. El ocaso estaba dando las últimas pinceladas sobre el valle y la sombra de la cordillera se extendía cada vez más hasta sus pies. El viento fresco agitaba sus cabellos largos grises y una sonrisa que nunca antes había visto estaba floreciendo al pensar en su maravilloso logro… el logro de toda una vida.

- Por qué tan sonriente? – Preguntó Ana, la mujer que lo ha acompañado desde la anterior guerra. Nunca se casaron, nunca se lo propusieron, nunca les hizo falta, pero era un matrimonio feliz.
- Hoy por fin, logré que mi invento resultara! – Lo dijo como lo más solemne que le puede pasar a un ser humano.
- Hummm… - Hizo una mueca y pensaba hacerle los mismos reproches de cada día, pero él ya se los sabía, sólo que esta era la única vez, la primera, que él se sentía victorioso.
- Mañana lo haré conocer ante el mundo… y ya verás. Esta inútil guerra va a acabarse.
- Ay mi viejo… solo espero que no salgas nuevamente lastimado… - Ella recogió los platos de la mesa y continuó con sus oficios.

Esa mañana, abrió las ventanas de madera de par en par. El frío olor del rocío en las flores debajo de la ventana le dio nuevos ánimos a continuar con su tarea.

Entró en su taller luego de caminar por el sendero empedrado, húmedo por la tenue lluvia que había acabado de caer antes de salir el sol. Levantó el acolchado que alguna vez había tejido Ana con sus manos, y ahora era una vieja cubierta de su herramienta y trabajo en la mesa del taller.

Allí estaba. Brillante, tal vez más que el día anterior, destacándose en medio de la mesa, aparentemente inerte, pero con una profundidad de significado que era imposible pensar que nadie lo apreciara menos como él lo había hecho durante su fabricación.

Ya era muy pasado el medio día y Ana se preocupó que no hubiera llegado ni siquiera a tomar su té de las once. El almuerzo estaba servido hacia casi una hora y no llegaba. Por mucho tiempo nunca se había sentido tan asustada y se fue directo al taller a buscarlo. Había prometido miles de veces nunca irlo a molestar, pero esta vez estaba muy preocupada.

El piso de madera de la puerta del taller delato la presencia de alguien y Don Pancho se apresuró a tapar con el acolchado su trabajo y salió rápidamente para ver quien estaba husmeando el lugar.

Ana se llevó un gran susto al ver que la puerta se abrió precipitadamente antes de que pudiera tocar la primera vez.

- Eres Tú!
- Si soy yo… hace una hora que te serví el almuerzo y no has bajado. ¿Qué te tiene tan ocupado?
- Ya voy… no me demoro.
- Pero mira como estas de sucio, qué es eso? Es pintura? Cómo voy a sacar eso de tu ropa?
- Este… es mi invento y mira… - Abrió los brazos y dio una vuelta como desfilando para ella – No es maravilloso?
- Maravilloso? Dime cómo voy a sacarte esa pintura de la ropa?
- Es el color! Es el más maravilloso color del mundo! No te parece?
- Para mí es sólo pintura… que dañó ese pantalón que te hice apenas hace un año.
- Pero mujer… acaso no ves el color?
- Qué quieres que mire?
- Dime qué color es?

Pensó un segundo y lo miró desafiantemente de nuevo.

- Si me quieres distraer para no pensar en el daño que hiciste no lo vas a lograr.
- Lo sabía! No eres capaz de decir que color es… - La tomó entre sus brazos y trato de ponerla a bailar mientras talareaba una vieja canción de su juventud. - …la la rara la la…
- Mira que me vas a ensuciar…
- No mujer, este color no puede ensuciar a nadie. - Cerró el taller y comenzaron a caminar hasta la casa.

Durante al almuerzo, el insistió en su pregunta y ella esquivó la respuesta con otras cosas. Él sabía que ella no podía contestar… nadie podría hacerlo. Y él ya sabía la respuesta.

Era Domingo. El trabajo estaba terminado y era momento de mostrarlo en la feria del pueblo. Tenía una carpa improvisada en una de las esquinas de la plaza central y en la puerta un letrero que decía “Conozca el color que ayudará al mundo!”

Los visitantes no demoraron en comenzar a llegar. Algunos salían defraudados, especialmente aquellos viejos amargados con los que ya no se podía contar ni para labrar un pequeño huerto. Algunas señoras y jovencitas de alta alcurnia querían entrar y salían con picaras sonrisas que cubrían con sus pañuelos blancos. Los niños hacían corrillo en grupos desde los huecos que tenía la carpa por los costados para tratar de ver que había dentro. Algunos salían desilusionados, otros con expresión de duda en el rostro, pero nadie mostraba ni un ápice de la felicidad como a él le producía mostrar su invento.

- Dígame una cosa Don Pancho… Qué significa eso?
- Se refiere exactamente a qué?
- A eso que tiene usted ahí pintado… no quiero ser descortés, pero para mi es simplemente un trapo viejo pintado de…
- De qué?
- Pues está pintado… eso no tiene nada de novedoso.
- La novedad no es el trapo, tampoco el que esté pintado… lo verdaderamente importante es el color. Dígame, ya que tiene la gentileza de querer saber un poco más… Qué color es?
- Qué pregunta! Cualquiera puede ver que ese color es un… - El panadero se detuvo un momento y trató de acercar mejor su vista, lo miró en detalle y concluyó. – Es azul!
- Seguro?
- No, mire bien! después de ver tanto pan ya no reconoce un amarillo. – Todos rieron con la ocurrencia de la señora Matilde.
- Pero yo lo veo como púrpura. – Dijo un joven de carácter bohemio que pasaba en ese instante.
- Están todos ciegos es Ocre! – Alegó una muchacha.

De repente Don Pancho se dio cuenta que su intención no dio resultado, todos estaban encontrados en sus opiniones y nadie quería dar un paso atrás en sus opiniones…

- Esperen! Esperen! No se dan cuenta? - En ese momento el silencio se dio entre todos y miraron a Don Pancho con la expectativa de ue los sacara a todos de esa discusión con su declarativa final. - Este es un color que no existe… nadie puede definir que color es… y por si no lo habían notado si yo digo que es azul, podemos ver azul en él… si digo que es verde, podemos ver el verde… si digo que es amarillo, podemos ver el amarillo, pero no es ninguno de ellos. Es un color que no existía.
- Eso es imposible, no hay colores que no existan. – Se escuchó una voz ronca en el fondo.

Unos niños se acercaron un poco más al lienzo y miraron con detalle, trataron de tocarlo y la mano de una señora los golpeó para que no lo hicieran.

- Miren con detalle y escuchen lo que les digo… miren por ejemplo que es púrpura.

Todos con un poco de escepticismo se acercaron y los murmullos no demoraron en aparecer, argumentando con asentimiento que efectivamente era púrpura.

- Ahora les digo que es Ocre como la tierra del pantano… - Y las voces comenzaron a aprobar en murmullos lo que decía…
- Y también es Rojo? – Preguntó un joven desde el fondo de la carpa.
- Ven y mira tú mismo. – Le indicó Don Pancho. Acto seguido todos le hicieron corrillo y el muchacho se acercó con un aire de medio amanecido después de haber bebido toda la noche en un bar fuera del pueblo.

El joven se acercó y miró en detalle… miró receloso al viejo de cabellos largos con esa extraña sonrisa que nunca se le había borrado del rostro y volvió a mirar el lienzo.

- Extraño… nunca había visto una pintura como esta.
- No es la pintura lo importante… es el color. – Insistió Don Pancho.
- Bueno mi querido amigo… entonces cuéntenos que nombre tiene ese color?
- Ese color… es el color de la esperanza… así se llama: “Esperanza”.

Nuevamente el murmullo de todo el grupo de personas se levantó y algunos para reírse, otros para asentir con la cabeza y otros para simplemente salir de allí, sintiéndose engañados.

- Sabe una cosa? Tiene razón. Así es la esperanza. Tal cual como la queramos ver, tan intensa como la queramos sentir y tan ridícula como la queramos reconocer, indescriptible, irracional, genera la polémica entre todos... pero al final, es algo que solo dentro de cada cual tiene sentido. Si, me gusta ese nombre.

Don Pancho volvió a sonreír y nuevamente el joven se sintió atraído por ese viejo. Una sonrisa que nunca había visto, una que pareciera de felicidad, de satisfacción, de cordialidad, de serenidad, de picardía, parecía tantas cosas, pero al final, para los ojos poco detallistas era una simple expresión de vejez.

- Sabe que usted sonríe y uno no sabe si realmente lo está haciendo?
- Lo mismo dice mi mujer…
- En cierta manera usted es como este color… da un aire de esperanza… me gusta.

Don Pancho trataba de alejarse del rostro del joven que aún olía fuertemente a licor barato…

Esa noche, todo el mundo hablaba de Don Pancho y del color Esperanza con que había pintado un lienzo… por ese día, solo por ese día Don Pancho se sintió bien al mostrarle al mundo la grandeza de su obra, la creación de un nuevo color en el mundo, un mundo que no pasó de un par de docenas de personas.

Veinte años después, ese joven medio borracho que había visto el lienzo con el color Esperanza, fue contratado por el Papa Sixto IV en Roma, para pintar un mural que trascendiera la inspiración humana y acercara a la gloria celestial. Él pintor así lo hizo y en ese mural utilizó ese color Esperanza, un color hasta entonces no conocido por nadie, pero que él nunca había olvidado.

El color esperanza puede ser visto hoy por hoy, aun en ese lugar… La capilla Sixtina del Vaticano, con el tema central que todo el mundo conoce: El toque de Dios el día de la Creación de Adán en techo de la bóveda de la catedral… el joven era Miguel Ángel. Y durante su trabajo, secretamente utilizó dicho color. Por ello utilizó un andamio muy alto y trabajó a solas, sin ayuda de nadie, para mantener cerca del cielo un color que enalteciera su nombre… “Esperanza”.

Pero está donde todos lo pueden contemplar, sentir y entender… así como a la Esperanza misma.

La esperanza de un viejo anciano de que todo el mundo conociera su obra… el color Esperanza. Se realizó.

Texto agregado el 26-05-2004, y leído por 132 visitantes. (0 votos)


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