En la madrugada de los sueños,
a la llegada del alba, me hago sombra.

Por ti me hago noche de hombre entero
adivinando la figura que se intuye, tenue,
etérea,
que producen las letras de tu nombre
con sus maniobras.

Eres la voz que me convierte en silencio
cuando me nombra.

Aun siendo los matices pequeños
intuyo la presencia de la que manda,
imperativa, el recuerdo de su ausencia.

En la madrugada de un sueño,
despertando de una fantasía soñada
con las letras formo verbo
y la palabra que salta a mi boca
desde el primer pensamiento
siempre:

Tú.