La secretaria bailaba y bailaba todas las noches, en la confitería, en la disco, en el salón o en la plaza. La cuestión era moverse, gastar la energía que tenía guardada. Bailaba tanto y tan ligero que un día necesitó dos partenaires, otro día tres y, por último, hubo de bailar con un ciempiés que a su vez era un gran bailarín. Pero quiso enamorarlo ( estaba muy sola) y el ciempiés(de cariñoso y porque no sabía hacer otra cosa) la picó, produciéndole una reacción alérgica que le duró menos de dos horas. Algunos opinaron de curarle el dedo del pié con un anillo de oro, pensando que lo inflamado era un sabañón producido por el frío. Como nadie tenía anillo se lo pidieron al jefe de la secretaría quien se los prestó; pero llegó la mujer del jefe y éste no supo qué hacer. Entonces, para que no lo viera sin el anillo, se le ocurrió ponerse a bailar con el ciempiés, mientras ocultaba a su cónyuge el dedo desanillado. Por último, le vinieron a devolver la alianza y, para desgracia, lo traía la secretaria, de la cual la mujer estaba bastante celosa, por lo que tomó ella el anillo mientras con un gesto soberbio indicó a su esposo que se despedía para siempre. Éste no pudo ni siquiera apenarse o, por lo menos, quedarse con su secretaria, porque el ciempiés lo llevaba bailando, bailando y bailando sin parar y así siguió hasta que llegó la madrugada cuando el ciempiés volvió a su refugio y lo dejó solo en medio de la pista, sin mujer, sin secretaria y con los únicos dos pies propios muy, pero muy cansados. |