Los que ya han superado los 40 o los andan rondando, se deben acordar de aquel popular método de ahorro infantil, que consistía en comprar estampillitas y pegarlas en una libretita. Por aquel entonces los educandos éramos estimulados a la saludable práctica por las impecables e implacables señoras de blanco que organizaban nuestras horas niñas.
Los mas afortunados iban unas hojas adelante en la preciada libreta, los otros rapiñábamos vueltos, hacíamos mandados o cambiábamos nuestros objetos mas preciados por una estampilla, que según los mayores asegurarían nuestro futuro de imprevistos económicos.
Con la misma ansiedad con que mirábamos las vitrinas de golosinas, mirábamos al empleado del correo cortar el troquelado en la plancha de estampillas cuando lográbamos una, así fuera de cinco centavos, para luego esconder con celo el preciado tesoro en el rincón mas seguro de la niñez.
Años mas tarde se terminaron los blancos delantales, las bolitas y las payanas y se sucedieron uno tras otro los imprevistos económicos, la libreta pasó al cajón de los recuerdos de mamá y yo me quedé preguntando que fue de los ahorros de tantos niños.-