El hombre que me enseñó a sonreír, tenía aspecto maduro, agradable y solitario. Aquella mañana no era precisamente especial ni tan siquiera un día que yo esperaba ansiosamente, era una mañana normal, donde yo con mi mochila habitual me disponía a mi rutinaria vida laboral. Mi cabello no era una de las cosas que precisamente me hubiera gustado exhibir, no había tenido tiempo para peluquerías, pero aun así mis desdeñosas manos hicieron lo que pudieron.
La mañana se presentaba alegre, el sol calentaba más que nunca y el cielo estaba totalmente despejado. La gente desayunaba en cafeterías, paseaban o hacían sus habituales trabajos o tareas domesticas. Y yo… yo me sentía tan sola. Soy joven, bueno, en realidad soy nada más que una chiquilla, por decir algo. No me considero una chica agraciada ni superiormente guapa, tan solo soy una chica normal con sus planes y sus sueños.
Caminando e inhalando a lo que yo llamaba un buen suspiro, cruce la calle, y luego seguí adelante. Entonces el se paró enfrente de mi, intente ignorarlo, quizás era uno de estos viejos verdes que miran a las muchachas con mirada lasciva. Aunque me dije que no tenia nada que admirar en mi, no iba precisamente mona aquella mañana. El viejo siguió mirándome y sin pensárselo se acerco precavidamente a mí.
_ Muchacha ¿porque no sonríes?
Aquella inesperada pregunta se adentro tan dentro de mí que me quedé en blanco sin saber que decir. El me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
_ No lo se, simplemente soy así- me limite a contestar encogiéndome de hombros.
El puso su mano en mi hombro haciéndome emitir un pequeño sobresalto.
_ eres bonita y las jovencitas como tu no deben dejar de sonreír jamás- sus ojos centelleaban a la luz del sol- ¿tienes problemas?
Asentí levemente y chasqueé la lengua.
_ se puede decir que si, pero los justos.
El rió.
_ Bueno, problemas tenemos todos, pero quiero que sonrías, ¿lo Haras?
Volví a asentir.
_ eso esta mejor, créeme, estarías mas guapa si una bella sonrisa se dibujara en tu carita. A veces siempre es bueno sonreír aunque sea un poco. La vida son dos días.
Por primera vez desde que me levanté sonreí. El sonrió igualmente y se encamino calle abajo despidiéndose de mí. No entendía nada, ¿a que venia eso?, volteé hacia atrás y aquel viejo amable ya no estaba. Desde ese día intenté dibujar una leve sonrisa en mis labios, vi Que todo se me hacia mejor, y como si ese día coloreaba esperanzas. Hasta vi a las personas más amables y el día más curioso.
Ese día, aprendí a sonreír.
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