Tengo verguenza, pero lo voy a contar. En un momento aburrido me metí en el chatear con alguien, que quería entablar amistad. en un grupo pequeño, no puedo asegurar que fuera maravilloso pero si una experiencia que a mis cuarenta seis años no debí buscar. A mí amigo virtual no le gustó ni a mí, tanta palabra abreviada, deformada y muchos JA-JA-JA.sin asunto, ese fué el motivo que nos llevó a dejar el grupo.
Bueno, pero esta entretención nos coge a veces a los que estamos más desamparados de amigos. Y empezó la comunicación diaria. Dante es un profesor de veintiocho años, entretenido y como hoby la filosofía, que le aporta verdades a su vida, realizado en cuanto a lo que hace.
Por juego y entretención empecé a magnificar mis actividades, adueñandome de la vida de estudiante de mí hija Isabel, de veintiun años, ni siquiera me cambié el nombre y evadía con bromas sus comentarios de cosas ignoradas. O respondía con interrogantes o haciendome la graciosa, y diciendo que eran mejor un poquito de misterio, para que me recordara.
El hecho es que me levantaba pensando en la tarde, en si lo iba a encontrar en la red. Y dejé de ir con mis amigas al cine o a vitrinear. Corría a casa y con una taza de te me sentaba nerviosa frente al P.C.
Y se me iba el miedo cuando lo encontraba y me sentía joven, como mi hija, fresca y alegre. A veces me sorprendía, quería que nos conociéramos personalmente, ya era tiempo de develar misterios.
E inventaba las mentiras para salir del paso ,pero quedaba corta. Me pidió que colocara mí foto, que el ya lo hizo, bastante agraciado de rostro y sonrisa. Inventé estupideces para disculparme, que un amigo virtual era mejor, podíamos conocernos, aconsejarnos. Insistió y al fin cedí. Busque fotos mías y de Isabel(Discúlpame preciosa) pero nadie,nadie , lo sabrá y la subí. Y disfruté días de ensueños, con pinceladas oscuras de remordimiento.
Y así quedamos de juntarnos un día domingo en la tarde . Me coloqué los lentes oscuros y partí decidida, sería la primera y última vez que nos veríamos, pensé con pena, pero esta bien cambiar de entretención, aparte que me quita un tiempo necesario en el hogar.
Llegué al lugar convenido. Camine y lo reconocí de inmediato, no era alto,como lo imaginé y más delgado y ese rostro bonito y preocupado. Mis piernas temblaban, aspiré todo el aire que cabía en mis pulmones, guardé los lentes que a la larga son más delatores en cualquier artimaña y acercándome le pregunté hacia que lado quedaba la calle Estado.
Me indicó y le di las gracias y el me preguntó.¿-Se siente mal, señora?
Con lo dedos le indiqué que no, le di las gracias,varoníl su voz, me alejé con un sentido de pérdida como si volviera de un funeral.
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