Sobre los altos peñascos se yerque un castillo.Adentro, llora su reyna.El rey ya no la quiere,noche tras noche prescinde de su compañia y parte para regresar por la mañana...
A la vera del camino y oculto a los ojos de los curiosos hay una casa de placer. Pocos la conocen y a pocos les está franqueada la entrada.Un par de cortesanas habitan enella y proporcionan los placeres a los huéspedes.Allí pasa el rey sus noches de insomnio.Anhela ser admitido por la dama de la mascara de oro,pero ella lo ignora.Apesar de ser el rey y reconocido por todos, no lo logra.
La dama aquarda a su amante. Este aparece en el momento menos esperado y a ella se le ilumina el rostro oculto por la mascara.
Sin decir palabra alguna, suben a los aposentos. El caballero se deshace de su ropa y lentamente desviste a su amada. Sólo la mascara queda y cubre su rostro y su desnudez.Él también usa un antifaz, a través del cual no es identificable.Pero a ambos poco les importa.Los esperan las deliciosas horas hasta el alba.Así sucede noche tras noche. Luego los dos parten con rumbos diferentes.
El rey arde de venganza. No soporta más el agravio, ni la ofensa, ni la humillación que ha llegdo demasiado lejos. Sin que nadie lo sepa,se oculta en el piso,cerca e la puerta de la alcoba, deja entrar a los amantes y calcula el tiempo necesario para que ambos se desvistan.
Luego escuchando sus arrumacos franquea la puerta y se arroja sobre ellos.
Dos certeros golpes de su sable hacen rodar ambas cabezas enmascaradas por el suelo.Sin un grito, silenciosamente yacen en un río de sangre.
El soberano trata de quitarles las mascaras y por fin lo logra.
Dos pares de ojos asombrados lo miran y frente a él está la cabeza de la reyna, su mujer, y la otra...la del monje, abad del castillo.