Primera vez que es la última en que no me hablas, y claro, el miedo conversó contigo todo este tiempo, y trataba de que te acostumbrases mientras yo no estaba. Te inventó cosas que sucederían si seguías mirando la luna en las noches, si seguías cantándome en las mañanas, si continuabas pasando frío, con tal de esperar que llegase, tarde o temprano, mi calor... y fuiste tan buen oyente que te quedaron sus palabras, incrustadas incluso, mas que mis cariños y abrazos, te quedaron... me sacaste, de pronto, como saca alguien la mejor cara para convencer de que sigue queriendo, me echaste de tu vida; me avisaste, claro, sí que me avisaste, pero ya tu olvido estaba avanzado, y el miedo aun no podía conseguir la dirección de mi casa...
Pasan las semanas y me olvidas, es más fácil de lo que creías, veo tus manos lejos, tus soplidos yendo a otro polo, tus palabras egoístas y tus miradas vagas, que cuando por casualidad se cruzan en mi universo -que ahora está mas tímido-, se escapan a pedirle consejo al miedo, para que te diga como evitarme, aunque compartamos un día entero, con los ojos sin usarlos, fingiendo no vernos...
Me rindo, -por favor-, me pediste una vez, que me rindiera, y comprendo tarde que es el momento de dar vuelta a esta página de un libro que jamás se terminó de escribir, para comenzar a concluir con tu olvido y hacer un índice de tus encuentros con el temor...
Por eso ahora, cada noche, salgo a buscar el miedo, voy entre las sombras, cerrando firmemente los ojos cuando creo verte, pues abrazaré la nada y me sentiré vacía de nuevo. Por eso también me abrigo, uso la chaqueta de tus llamadas, que me sirven de alivio a este dolor que no para... creo verlo a veces, conversando contigo, cuando te vas lo llamo, y el miedo no viene, no me encuentra,o quizá no lo busco realmente... |